Zambra/Baladre publica Feminismo anticarcelario: el cuerpo como resistencia, de Alicia Alonso Merino
https://rebelion.org. Enric Llopis.- En el libro Por qué abolir la cárcel. Las razones del movimiento «No prision», los autores, Livio Ferrari y Giuseppe Mosconi, exponen los argumentos para abolir la institución carcelaria, ya que representa la violencia de “un sistema basado en el dolor, la pena y la venganza”.
Asimismo, editado por Zambra y Baladre en 2023, Feminismo anticarcelario: el cuerpo como resistencia, de AAM, aborda la cárcel como uno de los instrumentos del patriarcado; en cuanto a las posibles respuestas, el texto concluye con la siguiente frase de la escritora y activista feminista afroestadounidense, Audre Lorde: “Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo”.
¿Por qué la prisión refuerza, a grandes rasgos, la lógica patriarcal? Según Alicia Alonso Merino, que forma parte del Consejo Editorial de Baladre (Coordinación de Lucha contra la Exclusión Social), porque refuerza el binarismo, las masculinidades hegemónicas, la agresividad, la misoginia, la homofobia y las desigualdades de género.
AAM sitúa los orígenes de la cuestión en el siglo XVIII, en el comienzo de la revolución industrial, la globalización capitalista y las formas de organización burocrática de los Estados; todo ello dio lugar a cambios en el método de aplicar lo punitivo, también vinculados la nueva concentración del proletariado en las fábricas.
“Los castigos ejemplarizantes y sanguinarios perdieron efectividad y se pensó una nueva forma penal de castigar”: los centros de reclusión, resume la investigadora feminista y abogada de derechos humanos, que realiza acompañamiento socio-jurídico en prisiones de diferentes países.
En noviembre de 2022, Prison Insider publicó una entrevista a la investigadora docente en el ICPR, Helen Faire, quien participa en la elaboración de la Lista Mundial de Mujeres Encarceladas; se calcula que más de 740.000 mujeres y niñas se hallan privadas de libertad en todo el mundo; además, la población carcelaria femenina ha registrado un aumento del 60% desde el año 2000, mientras que la masculina se ha incrementado un 22%.
Respecto a las mujeres presas, Helen Faire extrae la siguiente conclusión: “A menudo han vivido acontecimientos traumáticos, sufren problemas de salud mental o adicciones, han estado en situación de calle o han sido víctimas de violencia doméstica y sexual”; además la cárcel incrementa su angustia psicológica.
La investigadora del ICPR relaciona, en la entrevista, el ritmo de crecimiento de las mujeres reclusas con la pobreza; de hecho, “son procesadas de manera excesiva por delitos como el hurto en tiendas, la prostitución y los delitos de drogas de bajo nivel”.
Alicia Alonso Merino no se queda en la abstracción; menciona nombres de mujeres desobedientes que –a lo largo de la historia- han sufrido castigos; como Lilith (en las mitologías mesopotámica y judía) y Eva; la lideresa indígena en Argentina, Milagro Sala, condenada a 13 años de prisión en 2019; la machi Francisca Linconao, defensora de los derechos humanos presa en la cárcel de mujeres de Temuco, en la Araucanía chilena (territorio mapuche); la activista fue arrestada en 2016, y sometida a un proceso judicial irregular; o la defensora de los derechos de las mujeres negras en Brasil, Marielle Franco, asesinada en 2018.
La autora de Feminismo anticarcelario se apoya en un texto de la filósofa y activista Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004), para mostrar la importancia de la subordinación de las mujeres –en la transición del feudalismo al capitalismo-, pero con consecuencias que alcanzan el mundo actual (por ejemplo se refiere a la ejecución –en el pasado- de centenares de miles de “brujas”).
Otro caso es el de las Casas de Corrección (y después las cárceles de mujeres) de la que se hacían cargo las órdenes religiosas, con el fin de someterlas a disciplina y redimir a las mujeres pecadoras; tras el paso por estas instituciones, se esperaba que actuaran “como servidoras de la burguesía y de la fe cristiana”; actualmente, subraya Alonso Merino, el combate anticarcelario “es también una forma de luchar contra el heteropatriarcado y el capitalismo”.
El texto de Zambra/Baladre dedica capítulos a la guerra contra las drogas (desde que el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, la declarara en 1971), en su variante de “guerra contra las mujeres pobres y racializadas”; asimismo a Parir con dolor como castigo: violencia obstétrica en las prisiones; No a la tortura: por el fin del aislamiento penitenciario; condenadas a enfermar; enloquecer de cárcel o a los Suicidios en prisiones: un problema de salud pública.
Tal vez el contenido del libro se anticipe en la imagen de portada: una mujer afro, con indumentaria de color y el puño alzado, realizada por Vanesa Doren en el taller del Colectivo Retazas, en el Centro Penitenciario Femenino de Santiago-Chile.
Las exiliadas del neoliberalismo es el título de un documental, de 2005, realizado por el colectivo Mujeres Creando de Bolivia; se trataba de mujeres que migraban, rumbo a Europa, al ser expulsadas del país andino por las políticas neoliberales (mayor deuda y empobrecimiento); “mantenían los derechos de otra mujeres en las sociedades capitalistas coloniales”, remarca Alicia Alonso Merino.
Pero todavía es posible distinguir un sector de mujeres que el capitalismo neoliberal considera de tercera clase, agrega la activista e investigadora; así, “en Austria las mujeres extranjeras encarceladas son un 40% del total de la población femenina presa; en Italia un 36% y un 32% en el estado español”.
La huelga de hambre es una de las formas de protesta utilizada por las mujeres presas, otra es la de ayunos personales/colectivos; el libro apunta los casos de dos reclusas palestinas en cárceles de Israel que, desde los años 90 del siglo XX, emprendieron estas acciones: Amneh Muna (en 2003, también en diciembre de 2007) o Hana Shalabi, sometida a detención administrativa sin cargos (43 días en 2012).
Asimismo la abogada turca, originaria del Kurdistán, Ebru Timtik (238 días en 2020); falleció a causa de la huelga de hambre en que reivindicaba un juicio justo; fue condenada a 13 años de cárcel por los tribunales de Turquía.