Hace ya un mes que salimos de Madrid dirección Argentina, este gran país lleno de gente lindísima que nos ha abrazado con fuerza y cariño todos los días de nuestra estancia aquí.
Con mucho pesar nos despedimos de Uruguay, nos llevamos el recuerdo de una ciudad tranquila, sencilla y relajada, y el amor de todas las personas y lugares por los que hemos transitado: Martín, Andrea, Pola, Raúl, Mariana, Dulcinea, Fer,... Que mes más intenso y que sensación más rara volver a Buenos Aires sabiendo que es la última parada, que no tenemos más libros que organizar ni trayectos que realizar... se acabó el viaje.
Nos levantamos a las 5 de la madrugada para dirigirnos a Puerto Madero y embarcar destino Colonia-Montevideo. Caminamos unos 30 minutos entre la oscuridad de la ciudad y la lluvia fina que, poco a poco iba calando, y un viento fresco que helaba cada uno de nuestros pasos. A la llegada al buque bus, aún con las legañas pegadas, nos enteramos que por motivos climatológicos los puertos de Colonia y Uruguay iban a permanecer cerrados hasta después de mediodía. Tras una interminable cola conseguimos cambiar los pasajes para esa misma tarde, volvimos a casa de Tefi en tres trasbordos de subte y pudimos secar la ropa empapada y descansar un poco más.
Salimos temprano para coger el colectivo dirección Buenos Aires, por suerte Natalia nos llevó en coche y nos hizo más fácil el traslado de libros. El viaje fue largo y tedioso, mucho tráfico, retenciones,… hasta que por fin llegamos a la terminal de Retiro, luego al Subte y sobre las 14h estábamos ya de nuevo en casa de Tefi en el barrio de Caballito. Estábamos derrotadas y decidimos no ir a la inauguración de las Jornadas de Economía Crítica (JEC), estimábamos también que el primer día no sería un día de muchas ventas y reservamos energía para el viernes y sábado que contenían el groso de los debates y abarcaban prácticamente todo el día.
Llegamos a Rosario condicionadas por los múltiples advertencias de peligrosidad de la ciudad: el taquillero, el autobusero, pasajeros,... Esperamos a Mariana en una cafetería de la terminal con las mochilas bien controladas pero sin ningún atisbo de riesgo. Tomamos un café y en seguida llegó Mariana que nos recibió entre abrazos y besos. Nos fuimos para su coche que destaca por la especialidad en el cierre de puertas, a golpes y tras varios intentos o, si se traba, hay que entrar por el maletero. Circulamos por la ciudad y nos sorprende la tranquilidad del tráfico, se debe a que es domingo y la ciudad se relaja.