jornada.unam.mx. Raúl Zibechi.- Para llegar a la cárcel de Tacumbú, en Asunción, hay que pasar por una hilera de casas precarias levantadas por los inundados de los Bañados, que debieron dejar sus viviendas ante un nuevo desborde del río Paraguay. El ingreso al penal es rápido, gracias a la solidaridad de personas del Serpaj-Paraguay, BASE-IS, de la organización de mujeres campesinas Conamuri y de otros colectivos que nunca dejaron de apoyar a los presos. Todos campesinos. Todos encerrados bajo la "democracia" paraguaya.
Rubén Villalba es sobreviviente de la masacre de Curuguaty, el 15 de junio de 2012, una emboscada en la que perdieron la vida 11 campesinos y seis policías y desembocó en el golpe parlamentario que destituyó al presidente Fernando Lugo una semana después. Villalba era dirigente campesino y aún arrastra las secuelas de la bala que impactó en su cabeza, sufre cefaleas, perdió la mayor parte de la visión y no tiene atención médica.

Llegamos a Rosario cuando quedan dos días para que volvamos a nuestras tierras. Nos acercamos a los locales gremiales de CTA para hacer la última presentación de Renta Básica y Feminismos. Después de una interesante charla Peque y Nano nos acercan a San Genaro y a su casa, y nos dejamos invitar encantadas de acercarnos a un entorno rural. A la mañana siguiente nos encaminamos hacia el CEA (Centro de Estudios Agrónomos) cercano a Totora, en el que su director y uno de los docentes nos hablaron de los oficios que impartían en su centro: albañilería, electricidad, soldadura, huertas y cocina. Nos contaron cómo un punto de vista social es trasversal en su trabajo. Así por ejemplo, prestan la maquinaria a lxs alumnxs que una vez concluidos los estudios quieren llevar a cabo un emprendimiento, impulsando la autogestión laboral en vez de que se empleen en una empresa que los va a precarizar. O, transmiten a l@s alumn@s que es importante que en sus talleres las fuentes de energía provengan de un molino eólico en vez de combustibles fósiles. También hicieron un estudio comparativo demostrando a los agricultores locales que los campos tratados con agrotóxicos no daban más producción en contra de lo que ellos pensaban. Esta era la filosofía de trabajo del centro de San Genaro, que esperaban se extendiera también a otros centros de estudios agrónomos del país.