15-M Ronda. En pocas palabras.- Las guerras de EEUU y OTAN dejan más de 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados en este siglo XXI. El gasto militar de la OTAN alcanza el 3% de su PIB de todos sus miembros en conjunto.
Dedicaron 1,13 billones de dólares a gasto militar en 2021, el 53% del total, para una población que representa el 12% mundial. Es decir, cada ciudadano dedica al año 1.185 $ a gastos militares para OTAN la OTAN, cuando la media mundial es de 263 $ per cápita. Los países que no forman parte de la OTAN dedican 140¢ per cápita a la militarización.
Cuando hacemos referencia a las víctimas civiles estamos hablando de los que Las guerras de EEUU y OTAN dejan más de 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados en este siglo XXI. El gasto militar de la OTAN alcanza el 3% de su PIB de todos sus miembros en conjunto. Dedicaron 1,13 billones de dólares a gasto militar en 2021, el 53% del total, para una población que representa el 12% mundial. Es decir, cada ciudadano dedica al año 1.185 $ a gastos militares para OTAN la OTAN, cuando la media mundial es de 263 $ per cápita. Los países que no forman parte de la OTAN dedican 140¢ per cápita a la militarización.
Cuando hacemos referencia a las víctimas civiles estamos hablando de los que “mueren en los puestos de control, cuando son sacados de la carretera por vehículos militares, cuando pisan minas o bombas de racimo, cuando recogen leña o cuidan sus campos, y cuando son secuestrados y ejecutados con fines de venganza o intimidación”. Todos ellos “son asesinados por Estados Unidos, por sus aliados y por los insurgentes y sectarios en las guerras civiles engendradas por las invasiones”, describe la Universidad Brown, de Estados Unidos.
Incide, también, en el número de desplazamiento provocados por las intervenciones militares realizadas por EEUU y la OTAN desde 2001. De acuerdo a ese informe, las guerras posteriores al 11-S “han desplazado por la fuerza al menos 38 millones de personas” en lugares como Afganistán, Irak, Pakistán, Libia o Siria. Este número, destaca el estudio, “supera a los desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial”.
Entre otros aspectos, destaca que los refugiados de guerra “suelen perder el acceso a un suministro estable de alimentos o a sus puestos de trabajo, lo que provoca un aumento de la desnutrición y la vulnerabilidad a las enfermedades”. Son las otras consecuencias de las guerras del siglo XXI.
Esta es la cronología de 74 años de guerras ilegales de la OTAN que se han producido desde la creación de la alianza militar en 1949. Comencemos con la guerra ilegal en Irán en 1953; en Guatemala en 1954; en Egipto en 1956; en Cuba en 1961; en Indochina en 1964; en Nicaragua en 1981; en Panamá en 1989; en Yugoslavia en 1990; en Bosnia y Herzegovina en 1994; en Kosovo en 1999; en Afganistán en 2000; en Macedonia del Norte en 2001; en Irak en 2003; en Libia y en Siria en 2011; en Ucrania y en Yemen en 2014.
La cultura belicista, inspirada en que el uso de la fuerza es el único camino para conseguir la paz, impregna cada paso de la OTAN. Ello la convierte en una amenaza colectiva que busca amedrentar a sus hipotéticos adversarios a través de una hegemonía militar que desangra las economías de sus miembros y que genera caos, destrucción, miedo y rencor allá por donde pasa.
Las amenazas a nuestra seguridad son eminentemente de carácter no militar. Desde la amenaza de la guerra híbrida hasta el cambio climático, pasando por aspectos sociales y humanitarios que afectan a la seguridad, como las migraciones, el desempleo, las crisis económicas, las pandemias, la seguridad energética... no necesitan misiles, buques de guerra, cazas ni ojivas nucleares. El coste de oportunidad económico y político de dedicar recursos y esfuerzos a la vía militar y no a la diplomática, científica, social y humanitaria que genera la OTAN es incuantificable mueren en los puestos de control, cuando son sacados de la carretera por vehículos militares, cuando pisan minas o bombas de racimo, cuando recogen leña o cuidan sus campos, y cuando son secuestrados y ejecutados con fines de venganza o intimidación. Todos ellos “son asesinados por Estados Unidos, por sus aliados y por los insurgentes y sectarios en las guerras civiles engendradas por las invasiones”, describe la Universidad Brown, de Estados Unidos.
Incide, también, en el número de desplazamiento provocados por las intervenciones militares realizadas por EEUU y la OTAN desde 2001. De acuerdo a ese informe, las guerras posteriores al 11-S “han desplazado por la fuerza al menos 38 millones de personas” en lugares como Afganistán, Irak, Pakistán, Libia o Siria. Este número, destaca el estudio, “supera a los desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial”.
Entre otros aspectos, destaca que los refugiados de guerra “suelen perder el acceso a un suministro estable de alimentos o a sus puestos de trabajo, lo que provoca un aumento de la desnutrición y la vulnerabilidad a las enfermedades”. Son las otras consecuencias de las guerras del siglo XXI.
Esta es la cronología de 74 años de guerras ilegales de la OTAN que se han producido desde la creación de la alianza militar en 1949. Comencemos con la guerra ilegal en Irán en 1953; en Guatemala en 1954; en Egipto en 1956; en Cuba en 1961; en Indochina en 1964; en Nicaragua en 1981; en Panamá en 1989; en Yugoslavia en 1990; en Bosnia y Herzegovina en 1994; en Kosovo en 1999; en Afganistán en 2000; en Macedonia del Norte en 2001; en Irak en 2003; en Libia y en Siria en 2011; en Ucrania y en Yemen en 2014.
La cultura belicista, inspirada en que el uso de la fuerza es el único camino para conseguir la paz, impregna cada paso de la OTAN. Ello la convierte en una amenaza colectiva que busca amedrentar a sus hipotéticos adversarios a través de una hegemonía militar que desangra las economías de sus miembros y que genera caos, destrucción, miedo y rencor allá por donde pasa.
Las amenazas a nuestra seguridad son eminentemente de carácter no militar. Desde la amenaza de la guerra híbrida hasta el cambio climático, pasando por aspectos sociales y humanitarios que afectan a la seguridad, como las migraciones, el desempleo, las crisis económicas, las pandemias, la seguridad energética... no necesitan misiles, buques de guerra, cazas ni ojivas nucleares. El coste de oportunidad económico y político de dedicar recursos y esfuerzos a la vía militar y no a la diplomática, científica, social y humanitaria que genera la OTAN es incuantificable.