En pocas palabras. Una tierra que agoniza
15-M RONDA.- Que la Tierra se está calentando es ya incuestionable. “El calentamiento en el sistema climático es inequívoco. La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado”. Así resumía el estado del planeta el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU. Los seis primeros meses del año han sido los más cálidos jamás registrados en la Tierra. Y varias agencias oficiales internacionales fijaron 2014 como el año con la temperatura media más alta. España tampoco es la excepción: este verano se ha vivido la ola de calor más larga y el mes de julio más caluroso.
Pero, ¿por qué se está calentando el planeta? “La influencia humana en el sistema climático es clara”, se indica en el informe de la ONU. Y uno de los principales impulsores es la emisión de gases de efecto invernadero desde el sector energético, el transporte y por el cambio de usos del suelo, ligado a la deforestación. El modelo económico capitalista nos ha llevado al calentamiento global”.
Tres grandes lugares del mundo tienen reservas forestales importantes reguladoras de los ecosistemas regionales: Asia del Sur-Este (Malacia e Indonesia), África central (Congo) y Amazonia. El primero ya ha desaparecido prácticamente: Malacia e Indonesia han destruido más de 80 % de sus selvas originarias para la plantación de palma africana y de eucaliptos. En el Congo, las guerras habían parado la explotación de madera y la extracción minera, pero estas actividades se renovaron durante los 10 últimos años.
Con 4 millones de km2, en 9 países, la selva amazónica almacena un total de 109.660 millones de toneladas de CO2 -dióxido de carbono-, es decir el 50% del CO2 en los bosques tropicales del planeta. Un total de 33 millones de personas viven en esta región y entre ellas 400 pueblos indígenas.
Por otro lado, la degradación del suelo, si continúa a este ritmo, puede poner en duda la capacidad para que la humanidad siga haciendo algo que comenzó con la revolución neolítica: alimentarse a sí misma a través de la agricultura.
La degradación de las tierras de cultivo podría reducir la producción mundial de alimentos en más de un 12% en los próximos 25 años y un aumento de su precio en más del 30%. El 65% de los habitantes de África padecen la degradación de la tierra y se calcula que en 2050 la mitad de la tierra cultivable de América Latina podría estar afectada por la desertificación. Además, unos 2.800 millones de personas (un 40% de la población mundial) viven en regiones con escasez de agua.
En los discursos oficiales, no se oye hablar mucho de los millones de toneladas de CO2 enviadas a la atmósfera, ni del tipo de uso que se hace de los minerales extraídos o de los productos de la agricultura industrial: oro que en gran parte termina en las bodegas de los bancos para garantizar el sistema financiero, hierro, entre otros para fabricar armamentos, soja para alimentar el ganado, que a su vez produce más gases invernaderos que el transporte, etc.
El problema reside en que emitimos más CO2 del que el planeta es capaz de digerir. Los científicos apuntan a que las concentraciones de dióxido de carbono han alcanzado niveles nunca vistos en los últimos 800.000 años. Y varios expertos señalan hacia la necesidad de dejar sin explotar un tercio de las reservas de petróleo del planeta, la mitad del de gas y el 80% del carbón que aún queda por extraer de las entrañas de la Tierra si se quiere evitar llegar a un punto crítico de calentamiento.
El resultado es que el planeta no puede regenerase plenamente y que ya necesitamos un planeta y medio para la restauración de la naturaleza, pero tenemos solamente uno.
“No resolveremos la crisis migratoria o la crisis de pobreza sin resolver la crisis climática”, explicó Carole Dieschbourg, la ministra de Medio Ambiente de Luxemburgo, que ostenta ahora la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. Existe una conexión entre las sequías en Irak y Siria con el cambio climático. Estas sequías desencadenan pérdidas de cosechas. Existen varios informes internacionales que resaltan la vinculación entre conflictos y el calentamiento global.
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