Mutilación genital femenina, una práctica de violencia de género

cartelEN POCAS PALABRAS Un paseo por el mundo.

15-M RONDA.- El día 6 de febrero, la comunidad internacional celebró el día Mundial de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina. La ONU estima que tres millones de mujeres y niñas corren cada año el riesgo de ser víctimas de este antiguo flagelo. Cada día 6.000 niñas de entre 4 y 10 años son mutiladas según Unicef. Se calcula que a día de hoy hay unos 125 millones de niñas y mujeres mutiladas en 29 países de África y Oriente Medio. Es causa de infertilidad, infecciones crónicas, relaciones sexuales dolorosas, retención de orina, llagas abiertas en la región genital, hemorragias graves y provoca complicaciones durante el embarazo y el parto.

Esa práctica comprende la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos, en ocasiones con poca higiene, por motivos culturales o no terapéuticos. Según el UNFPA, Senegal es el primer país africano que se acerca a la erradicación de la ablación femenina. La práctica tiene efectos inmediatos y a largo plazo y constituye una clara violación de los derechos fundamentales de las personas que la sufren.

La circuncisión femenina es también conocida como mutilación genital femenina es la eliminación de tejido de cualquier parte de los genitales femeninos por razones culturales, religiosas… Es una forma de violencia contra la mujer, por el hecho de ser mujer. Es violencia de género, paradójica por la intervención de las mujeres, bien consintiendo, bien realizando las prácticas, pero propia de sistemas de dominación patriarcales en los que es el hombre el que impone y decide lo que debe ser, sometiendo a las mujeres al deber de obediencia.

cartelLa costumbre es de procedencia incierta, aunque hay algunas versiones que afirman que comenzó en el antiguo Egipto y a partir de allí se extendió al resto del continente africano. Aunque se localiza sobre todo en la zona centro-africana, esta práctica no se limita al continente africano, pues se sabe que esta práctica también ocurre en varios países de Asia, Europa, Australia e incluso América.

Si la tendencia actual continúa, para 2030 aproximadamente 86 millones de niñas en todo el mundo sufrirán algún tipo de mutilación genital. La mutilación genital femenina es considerada por la ONU como una violación de los derechos humanos de las niñas y las mujeres.

Sientan a la niña desnuda, en un taburete bajo, inmovilizada al menos por tres mujeres. Una de ellas le rodea fuertemente el pecho con los brazos; las otras dos la obligan a mantener los muslos separados, para que la vulva quede completamente expuesta. Entonces, la anciana toma la navaja de afeitar y extirpa el clítoris. A continuación viene la infibulación: la anciana practica un corte a lo largo del labio menor y luego elimina, raspando, la carne del interior del labio mayor. La operación se repite al otro lado de la vulva. La niña grita y se retuerce de dolor, pero siguen sujetándola.

La anciana enjuga la sangre de la herida y la madre, así como las otras mujeres, “verifica” su trabajo, algunas veces introduciendo los dedos. La cantidad de carne raspada de los labios mayores depende de la habilidad “técnica” de quien opera. La abertura que queda para la orina y el flujo menstrual es minúscula.

Luego, la anciana aplica una pasta y asegura la unión de los labios mayores mediante espinas de acacia, que perforan el labio y se clavan en el otro. Coloca tres o cuatro a lo largo de la vulva. Estas espigas se fijan con hilo de coser o crin de caballo. Pero todo esto no basta para asegurar la soldadura de los labios; por eso, a la niña la atan desde la pelvis hasta los pies. Le inmovilizan las piernas con tiras de tela.

La pérdida casi total de sensibilidad es la principal consecuencia para las afectadas, con el añadido trauma psicológico. Hay mujeres que mueren desangradas o por infección en las semanas posteriores a la intervención, ya que se realiza casi siempre de manera rudimentaria, a cargo de curanderas o mujeres mayores, y con herramientas no muy ortodoxas como cristales, cuchillos o cuchillas de afeitar y nunca en centros sanitarios.
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