15-M RONDA.- Guatemala un país con unos 14 millones de habitantes, poco más de la mitad mujeres, la violencia machista tiene un saldo escalofriante, donde la violencia callejera estableció desde hace ya una década que una vida no valía nada, y el machismo que la violencia de género puede asesinar casi 600 mujeres sólo el año pasado. (Periodismohumano)
Guatemala, uno de los países con menor influencia política y, por tanto, atención del continente latinoamericano. Una falta de interés que se mantuvo durante los treinta años que una guerra civil masacró a su población, especialmente a la de origen maya. Un conflicto en el que las cifras, que son personas con nombres, apellidos, padres, madres, hijas e hijos, desbordaron proporcionalmente las dictaduras de Chile, Argentina o Uruguay.
Más de 200.000 personas fueron torturadas, asesinadas y desaparecías en más de 600 matanzas, más de 440 comunidades mayas exterminadas y más de medio millón de desplazados para salvar sus vidas.
La percepción de las fuerzas armadas en torno a los mayas como aliados naturales de la guerrilla contribuyó a incrementar y a agravar las violaciones a sus derechos humanos, demostrando un marcado componente racista de extrema crueldad que permitió el exterminio en masa de las comunidades mayas indefensas -incluidos niños, mujeres y ancianos- a través de métodos cuya crueldad escandaliza la conciencia moral del mundo civilizado” Informe de la Comisión del Esclarecimiento Histórico de la ONU.
La Relatora Especial sobre la Violencia contra la mujer, Radhika Coomaraswamy, fue muy clara en su informe ante la Comisión de DDHH de la ONU de 2001. “El hecho de que no se investigue, enjuicie y castigue a los culpables de las violaciones y la violencia sexual, ha contribuido a crear un clima de impunidad que actualmente perpetúa la violencia contra la mujer”.
Las violaciones, las mutilaciones, la explotación sexual, las esterilizaciones a fuerza de violarlas y desgarrarlas, de provocarles abortos forzados, de feticidios -rajarles el vientre y sacar los fetos-, fueron torturas cometidas sistemáticamente por el Ejército y por los paramilitares contra estas mujeres. Mientras se lo hacían les decían por ser indígenas, “no son gente, son animales”. Muchas de estas mujeres nunca contaron estos crímenes y las que lo hicieron, o se supo en su comunidad, fueron rechazadas, despreciadas, expulsadas.
Está naturalizada la violencia contra las mujeres. Antes, durante y después del conflicto. Las mujeres han vivido en unos niveles de desigualdad descomunales con respecto al resto de la sociedad. No se reconocen como sujetos. El primer trabajo con ellas es conseguir que piensen que son seres humanos, que no es normal que abusen de ellas.
El 88% por ciento de las mujeres violadas y torturadas fueron indígenas, una cultura en la que son las mujeres las transmisoras de la cultura, de la lengua, de la forma de curar... Es decir, de su ser maya.
La violencia asedia a la mujer, sólo por ser mujer, y favorecido por ser pobre e indígena, desde su nacimiento: aunque ha descendido en los últimos años y no hay cifras de fuentes fiables, el incesto y el abuso sexual sigue afectando a muchos menores, el 80% de ellos niñas. La violencia machista ha causado la muerte de unas 5.500 mujeres en la última década -y eso sólo según el registro de la Policía-, el 80% con armas de fuego, y sólo en 2010 se interpusieron más de 46.000 denuncias por violencia de género. El 98% de los casos queda en la impunidad.
La cifra rebasa a las víctimas de Ciudad Juárez, la urbe mexicana fronteriza con Estados Unidos y conocida mundialmente por la cadena de feminicidios.
Radhika Coomaraswamy, fue muy clara en su informe ante la Comisión de DDHH de la ONU de 2001. “El hecho de que no se investigue, enjuicie y castigue a los culpables de las violaciones y la violencia sexual, ha contribuido a crear un clima de impunidad que actualmente perpetúa la violencia contra la mujer”. El 98% de los crímenes quedan sin castigos, según la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.
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