En Pocas Palabras. Una Tierra que Agoniza
15-M RONDA.- El movimiento de madres contra el cambio climático nació en Estados Unidos en el año 2013. El cambio climático es un problema serio, no lo dejemos para mañana; de lo contrario las generaciones futuras vivirán en un planeta enfermo. Y estos son los principios que defiende esta asociación de mujeres: trabajar para dejar una tierra sana a sus hijas e hijos y que unas y otros aprendan a respetar los valores medioambientales desde pequeños. El espíritu que las mueve radica en la “fuerza de las mujeres” para cambiar el mundo.
“Somos las principales responsables de nuestros hogares y podemos jugar un papel central en la creación de un mundo más seguro para nuestras hijas y nuestros hijos”.
Al principio, comenzaron a reunirse en sus propias casas. Y poco a poco, aquel pensamiento que nació de forma individual se multiplicó de manera exponencial. De las reuniones alrededor de una taza de café, han pasado a estar presente en diversos países de todo el mundo.
Una madre de Cambridge (Inglaterra) expone su indignación ante la incapacidad de poder consumir energías limpias aun queriendo. Sin embargo, casi el 90% de la electricidad proviene de la energía sucia. Y tenemos que pagar por esto. ¡Esto tiene que cambiar!
“¡Hay 3.500 fugas de gas natural en el área de Boston y más de 20.000 en todo el Estado! Esas fugas representan más daño climático que todos los coches de la ciudad y el efecto invernadero es 84 veces más potente que el dióxido de carbono durante un período de 20 años.
El 70% de las personas pobres del planeta son mujeres según los datos facilitados por la Organización Inter-nacional del Trabajo (OIT) y las consecuencias sociales del cambio climático para la población más pobre del planeta son devastadoras, porque son quienes sufren sus efectos.
En Asia y África el 80% de las personas que trabajan la tierra son mujeres, ellas proporcionan el alimento y son las víctimas directas de la desertización y las inundaciones y las responsables del cuidado de quienes sufren esta degradación medioambiental.
Sin embargo, los países ricos tienen poco interés en aprender estas lecciones y, al contrario, promueven un plan que, en el mejor de los casos, incrementaría la temperatura global promedio en dos centígrados.
Así, no es de extrañar que pongan al zorro a cuidar del gallinero. Quiénes son el zorro, Arabia Saudí y Nueva Zelanda como copresidentas del Grupo de Trabajo Especial para la puesta en marcha del Acuerdo de París que debería haber incluido claramente el compromiso de dejar el 80% de los combustibles fósiles bajo tierra, sin embargo, esta propuesta fue bloqueada por los países petroleros encabezado por Arabia Saudí. Así mismo, los esfuerzos encabezados por países como Nueva Zelanda consiguieron incrementar la especulación sobre los bosques a través de los programas REDD y los criterios de contabilidad de cambios de uso del suelo.
Solo hay que observar que ambos países no han suscrito la segunda prórroga de Kioto. Además, Arabia Saudí ni tan siquiera firmó el Acuerdo de París el 22 de abril, y la representante elegida como copresidenta ha desarrollado su vida profesional en el entorno de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).
Esta elección muestra una vez más como las Naciones Unidas se sitúan más del lado de los sectores contaminantes que del lado de aquellos que han defendido un acuerdo climáticamente justo.
Las copresidentas elegidas, no son por tanto parte de la solución, sino que representan a un modelo fósil y caduco que sigue empeñado en descafeinar la lucha climática en beneficio de unas pocas personas. Es necesario que las Naciones Unidas se replanteen estos nombramientos para garantizar que la presidencia sea ocupada por quien sea realmente capaz de hacer un esfuerzo sin precedentes para internacionalizar e impulsar los cientos de luchas ciudadanas que sí que están a la altura del reto del cambio climático.
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