Resistencias cooperativistas: experiencias con compañeras de cooperativas y grupos de supervivencia al capitalismo

12ª Crónica. Resistencias cooperativistas: experiencias con compañeras de cooperativas y grupos de supervivencia al capitalismoEl jueves nos despertamos con el sol en la cara porque se nos hicieron las 11 de la mañana en la cama. Tan pronto nos levantamos nos pusimos manos a la obra con tareas internas: reformulación de calendario y establecer contactos con algunas personas. También estuvimos haciendo cuentas y escribiendo las crónicas.

Comimos fuera de casa porque el tiempo se nos vino encima con tantas tareas de gestión y organización del viaje. Sobre las 16h nos vimos con Eli, Paula y René para ir de camino a La Lagunita. La Lagunita es una antigua estación de tren abandonada que fue tomada por las compañeras y que actualmente es un espacio cultural autogestionado donde se realizan actividades muy variadas, desde talleres de telas, trapecio o teatro hasta clases de apoyo escolar, huertas comunitarias o talleres textiles.

Acudimos a este espacio porque las compañeras de la Cooperativa Fernanda Toledo organizaron una reunión con mujeres de otras cooperativas con quienes comparten el lema “trabajo colectivo y sin patrón”, el asamblearismo como eje y la idea de trabajar para vivir y no para la acumulación de capital.

Antes de comenzar la reunión nos llevaron a visitar la radio comunitaria La Mosquitera donde Ana Clara (la técnica de sonido) nos recibió con mate y alegría. Justo llegamos al programa donde se estaba conversando sobre el caso de un pre-juez que dio un femicidio como un homicidio simple porque la chica “se acostaba con muchos hombres”. Fue una discusión interesante entre les locutores Tato y Gabriela, pero lamentablemente nos tuvimos que ir a la reunión antes de que acabara.

Entre La Lagunita y La Mosquitera hay menos de dos cuadras. Forma parte de una infraestructura estatal que estaba conformada por uno de los mataderos más grandes de la zona y la estación de tren de transporte de mercancía. Durante los años de crisis del 2001 toda esa estructura fue abandonada y desmantelada y, por lo tanto, infrautilizada durante los años venideros. Así bien, las compas de La Lagunita tomaron el espacio para crear un centro cultural para el barrio, con el posterior proyecto de Revista “La Mosquitera” que acabó derivando también en proyecto radiofónico.

Una vez enteradas de la historia de los espacios del barrio acudimos a la reunión. Fue motivador ver que éramos 18 mujeres presentes, de las cuales todas eran parte de cooperativas autogestionadas y en las que trabajan de forma horizontal y respetando las vidas y subjetividades de cada una. Así bien, las compañeras fueron contando cada una sus experiencias de resistencia y sostenimiento de la vida en el sistema capitalista con la forma alternativa de coordinación y trabajo que es el cooperativismo.

Empezaron las compañeras de la Cooperativa Fernanda Toledo, quienes contaron que ellas se juntaron a partir del femicidio de una compañera (Fernanda Toledo) de donde surge la necesidad de juntarse para crear un espacio de reflexión pero donde, al mismo tiempo, la necesidad de la supervivencia estaba presente en cada una de las compañeras. De este modo surgió el formato de cooperativa con la posibilidad de tomar las máquinas de una “fundación” fantasma que las tuvo mucho tiempo en desuso. Finalmente, luego de un largo año de trabajar las máquinas se logró que esa “fundación” cediera las máquinas a la cooperativa. A las compas les gusta llamar a esta parte del proceso como proceso de recuperación, remarcando que “las máquinas son de quienes las trabajan”.

Luego contaron las compañeras de la cooperativa Ayllu (que en quechua significa comunidad-familia) su experiencia cooperativista. Esta es un cooperativa donde también hay varones aunque la compa que lo comentó explicó que el proceso de trabajar con ellos en algunos casos se hace complicado, aunque fructífero para todas las partes, concretamente, la compa dijo “es un re trabajo” la relación con ellos a veces. En esta cooperativa son 15 personas y se dedican a la producción de vinos, cerveza, productos deshidratados, entre otras cosas. La cooperativa se ubica en un pueblo un poco alejado de la ciudad y una de las cuestiones que observaron es que a veces la difusión de los productos se les complica un poco, por eso, el sábado por la noche realizarán una peña de difusión.

La huerta de la Lagunita es un espacio que está empezando a construirse ahora mismo, de hecho, al llegar vimos a las compas limpiando la zona para comenzar a trabajar la tierra. En este sentido, las mujeres que llevan la huerta hablaban de un proceso de recuperación, tanto de la tierra como de las tradiciones originarias. Ambas compas de la huerta que estaban presentes en la reunión pertenecían a pueblos originarios y hablaban de la recuperación de la identidad, los oficios ancestrales como la cerámica, el cuero, el tejer, la agricultura… aquellos oficios que con la incorporación del plástico se han ido perdiendo y que con la conciencia de la necesidad de reducción del mismo, se hace necesario recuperar. En el proceso de recuperación también se intenta generar un espacio de reflexión con películas, textos, charlas, etc.

En la Lagunita también se compone un grupo de mujeres con un proyecto de taller de serigrafía. El espacio de serigrafía se entiende como un espacio de contención en la crianza, ya que todas las que participan actualmente en él (ocho mujeres) están maternando en este momento. Además, busca poder llegar en algún momento a ser el sustento económico de las mujeres que participan, dado que seis de ellas se encuentran actualmente en situación de desempleo. El grupo surge a partir de la desaparición de Santiago Maldonado, configurándose este grupo como un espacio de reflexión y contención que además materializaba los sentires a través de la serigrafía.

La cooperativa Sonora de mujeres técnicas de sonido lleva un año y medio funcionando en el mercado. Hablan las compañeras de sus dificultades por estar en un espacio dominado por varones donde parece que las mujeres no tienen lugar. No obstante, el poco trabajo que sale agudiza los roces internos y muchas compañeras están actualmente maternando, lo cual a veces también complica el reparto del trabajo e intensifica las necesidades. Sin embargo, las compas tenían ganas de continuar trabajando juntas, horizontalmente y sin patrones.

Finalmente, el proyecto de barrio okupado autogestionado Taki Wayra Wasi (que en quechua significa “la casa donde sopla el viento”) es un barrio donde se concentran personas y familias que por necesidad o ideología deciden instalarse ahí y compartir espacio de forma crítica. Es un barrio donde también funcionan muchas asambleas y se originan grandes ideas.

Ocho proyectos que funcionan de manera autogestionada y horizontal, contados por diecisiete mujeres en un espacio de reunión que era un antigua estación de tren recuperada fue una experiencia apasionante e inspiradora. Transversalmente a la conversación se entrecruzaban comentarios sobre la necesidad de espacios de reunión no mixtos, de las complicaciones que surgen cuando las masculinidades se atraviesan y de la importancia de la sororidad.

Cerramos el día comiendo pizzas y mate, charlando de banalidades y admirándonos unas a otras, sabiendo que la semilla del cambio está en la creación y conservación de nuestras redes.

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