arainfo.org. J.M. MARSHALL.- Con el asunto de la subida a factura armada de la electricidad y gas en los últimos meses ha saltado a la palestra de vez en cuando la palabra oligopolio, definido como la práctica de unas pocas empresas que copan un mercado anulando el sistema de libre competencia.
Con el asunto de la subida a factura armada de la electricidad y gas en los últimos meses ha saltado a la palestra de vez en cuando la palabra oligopolio, definido como la práctica de unas pocas empresas que copan un mercado anulando el sistema de libre competencia.
En teoría las prácticas de oligopolio están prohibidas, o más bien está prohibido pactar precios y servicios entre empresas de un mismo ramo. Pero cuando las empresas son muy pocas, cuando todo está en muy pocas manos el oligopolio es casi el estado natural del mercado. Desde energía a comercio, de alimentos a productos financieros, todo tiene muy pocos dueños. Es el caciquismo del siglo XXI.
El caso de las comercializadoras de energía es un ejemplo de libro en que un grupito de empresas controla el mercado y se ha anulado la libre competencia. De hecho entre dos empresas, Endesa e Iberdrola, controlan el 80% de la facturación (Energía XXI, la tercera, también pertenece a Endesa). Y si observamos el ranking de las primeras encontramos a todos las multinacionales del mercado energético, desde el gas a los combustibles, que simplemente diversifican oferta o se limitan a cambiar de nombre.
De hecho el mismo mercado energético internacional es un selecto club en el que el volumen de facturación de cualquiera de las diez primeras (Exxon, Petrochina, BP, Gazprom) es más grande que el PIB de algunos países desarrollados.
Un mercado asimismo cautivo porque lo de montar empresas como una comercializadora de electricidad, que depende de recursos ajenos propiedad de multinacionales, es casi imposible para la ciudadanía de a pie, aunque hay encomiables intentos.
Pero vamos a echar un vistazo al panorama general del Estado, dado que el panorama internacional es muy complejo y largo de explicar ¿Quién se come la tostada?
Tenemos cinco empresas de telecomunicaciones, diez bancos (tras la agresiva concentración de activos tras la crisis del 2008), seis cadenas de supermercados, cuatro empresas de combustibles y ocho de automóviles. Hablo de ejemplos en que entre esos grupitos de empresas copan el 75% del mercado o más, aunque en casos como la banca entre cuatro entidades ya poseen tres cuartas partes del mercado financiero.
El sector del comercio es el más complejo puesto que los grupos empresariales mayoritarios en el sector de supermercados a la vez tienen líneas de negocio desde la ropa deportiva (Mulliez es el dueño de Alcampo, Decathlon y Leroy Merlin, por ejemplo) a la distribución industrial. Muchas de estas cadenas están en medio mundo con miles de tiendas, como las 12.000 de Carrefour y sus filiales o las más de 11.000 de Schwarz Gruppe (Lidl, Aldi, Makro).
Relacionado con el asunto del comer, son diez las compañías que controlan el mercado alimentario y de bebidas en el mundo. Lo que no producen ellas mismas lo compran a precios sin competencia. ¿Hasta qué extremo llega esto? Pues a las cuatro primeras letras del alfabeto. Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill y Dreyfus. Nombres desconocidos para el público en general y que sin embargo comercializan buena parte de la industria del grano, desde café a soja, desde trigo a arroz que se consume en el mundo. Discretas y eficientes han ido comprando negocios en medio mundo y tienen en su haber ser la mayores exportadoras de casi todo a nivel mundial.
Mucho más conocidas son las empresas de alimentos elaborados. Será raro que cualquiera no tengamos algún producto de Nestlé, Kraft o Danone en nuestra cocina. Cuando hablaba antes de la extraña combinación de comercio y alimentación el ejemplo más cercano es el de Primark, propiedad de Associated British Foods, uno de los gigantes del azúcar y las harinas.
Aunque si hablamos de ventas sin duda hay que citar el mercado del e-commerce. A nivel planetario el mercado de internet depende de dos gigantes, Ali Baba y Amazon, tres si añadimos la subastera eBay, que devoran el comercio online. Su volumen de negocio es abrumador y su actuación es parecida a la de un monopolio de facto.
De hecho es un negocio muy conectado con las redes sociales, a su vez, que nacieron del mismo grupito de cerebros de Silicon Valley.
La concentración del negocio de internet se deja ver en las redes redes sociales más usadas, prácticamente un duopolio en Occidente y un monopolio en países como China o Rusia. El mercado de datos (uno de los más rentables del mundo ahora mismo) está manejado por cuatro compañías que poseen algoritmos opacos. Pero, por encima de todo, está Google y sus diferentes compañías satélites y en el sector de las redes sociales el conglomerado Facebook-Instagram.
¿Y las instituciones, tan defensoras del libre mercado, no hacen nada?
Cuando los manejos son muy evidentes, sí. Como recientemente sucedió cuando las seis mayores constructoras del Estado fueron multadas con 203 millones por pactar precios durante 25 años. Lo que no ha sido óbice para que estas seis empresas sigan, de facto, devorando el mercado de la obra pública y nada apunta a que esta situación cambie.
También Google ha recibido por parte de Europa una de las mayores multas de la historia, 4.125 millones de euros, por lo que se llama abuso de posición dominante. Vamos, por ser un monopolio de facto.
Todo esto sin entrar en el complejo mundo de los propietarios reales de muchas empresas como son los llamados fondos. Ya sean de activos, capital riesgo, seguros o pensiones hay mucho dinero en movimiento de gestores que compran y venden empresas.
Blackrock, Allianz, JP Morgan, Vanguard, Platinum, UBS, Firion... Nombres de gestores de activos en la que se entrecruzan capitales de toda suerte de procedencias y que constituyen toda una maraña de inversores, que tienen rostro, claro, pero rara vez cara al público.
¿En que escenario nos sitúa este mundo de oligopolios cerrados?
En que lo que se nos vende como libre mercado es una realidad tramposa.
En la práctica la democracia económica es algo que debemos empezar a replantearnos desde abajo. Existen alternativas que se están construyendo desde la base y con una labor de difusión creciente.
El pequeño comercio, el consumo de proximidad, la economía verde (la de verdad, no multinacionales que aprovechan el filón) o el no consumir, ¿por qué no?
Existimos esa pequeña parte de la ciudadanía, especialmente concienciada, que intentamos escapar de la inercia del monopolio. Conocerlos es avanzar.