Por Débora Cerutti para La tinta.- 13 abril, 2018. El fin de semana del 30, 31 y 1 de abril se desarrolló en Cosquín el Encuentro Nacional de la Escuelita Trashumante 2018, espacio de educación autónoma que concluyó su Tercer Circulo de Formación de educadores populares.
Un espacio de libertad
La Escuelita Trashumante, o Espacio de Educación Autónoma (EEA) de la Universidad Trashumante, nace como un sueño en el año 2010 y como una apuesta a realizar procesos de formación de educadores populares con organizaciones barriales y campesinas.
Mariana Iglesias, nos cuenta que el proyecto La Escuelita, empezó a ser soñado colectivamente sin muchas claridades de hacia dónde iba: “Estuvimos casi un año con encuentros pensando con quién lo haríamos, cómo lo haríamos, para qué. Y, a partir de esos encuentros, en el 2011 comenzó. Lo pensamos en un proceso formativo con un mismo grupo de gente, de adultos, en cuatro momentos, dos encuentros por año”.
Así La Escuelita se fue estructurando con cuatro miradas/momentos que se convirtieron en ejes de los encuentros. El primer encuentro, con la mirada ideológica de la realidad; el segundo, con una mirada de lo político, el tercero lo metodológico y el cuarto, la síntesis de los otros tres. Cada proceso formativo se denomina “Círculo” y dura aproximadamente dos años, con cuatro encuentros intensivos de 3 días.
Las herramientas de educación popular propuestas por la Universidad Trashumante en este proceso formativo, están pensadas, según relata Mariana, para la formación de las personas que se encuentran organizadas en sus comunidades: “Nosotras pensamos que en el trabajo en los territorios, los y las compañeras que viven en las comunidades tienen que poder estar formados e informados para poder hacer sus asambleas, construir sus sueños, pensar desde la mirada de la educación popular, cómo construir comunidad en su territorio. Revisando, desandando, y desaprendiendo las viejas prácticas políticas que tienen que ver con seguir determinados líderes”.
Otro de los ejes de la formación propuesta, consiste en concientizarnos políticamente a partir de los saberes que cada una posee y considerar que existen diversas formas de aprender con el otro/la otra: “Animarnos a hablar, animarnos a coordinar un grupo, animarnos a sentir que nuestros cuerpos tienen posibilidades expresivas. Una educación como le decía ayer doña Alicia, “integral”. Que podamos aprender con el corazón, con la cabeza y con todo nuestro cuerpo”.
Así, el eje cuerpo/territorio se vuelve transversal a todos los encuentros: “Nosotros le decíamos ‘Ideológico’ al primer encuentro y ahora ese primer encuentro de los círculos de formación se llama ‘encuentro de la tierra’. Porque nos dimos cuenta que para muchas de las compañeras que venían a formarse, lo ideológico es la tierra: quién tiene la tierra, quien no tiene la tierra, quiénes nos robaron la tierra, define claramente dos formas de mirar el mundo. Después, el cuerpo como territorio: en estos últimos círculos de formación con la presencia de Susy Shock y compañeras del movimiento travesti que se integraron, pudimos empezar a profundizar en cómo son esa diversidad de cuerpos que habitan nuestros territorios”, explica Mariana.
Multiplicar por medio de regionales
El proyecto fue creciendo tanto que la Universidad Trashumante decidió que una forma de multiplicar era hacer regionales. “Este Tercer Círculo de Formación que es el que estamos cerrando hoy en Cosquín, es con posterioridad a dos regionales, una que se hizo en Santa Fe y otra en Córdoba”, afirma Mariana quien también reflexiona acerca de los desafíos que tiene el espacio de formación: reinventarse y ver de qué manera sigue creciendo.
Nos cuenta también que muchos participantes del proceso de formación, comenzaron ya a asumir roles de coordinación y registro dentro de La Escuelita: “Todas las herramientas metodológicas de la Educación Popular que buscamos compartir a las compañeras de los barrios, la van teniendo en cuenta y eso uno después lo ve en el trabajo en el territorio”, narra Mariana.
Foto: Colectivo Manifiesto
Recuperar la ternura y no perderla
La formación, en los primeros encuentros del Primer Círculo (2011-2014), estuvo destinada a los adultos. Con el pasar de los encuentros, empezó a cobrar mucha fuerza la comisión de niñez, y luego la de jóvenes, no como espacios marginales al de adultos sino con procesos formativos propios.
No solo la diversidad etárea es un marca de identidad dentro del EEA, sino también las organizaciones que participan. Así, la Universidad Trashumante decide caminar este proceso con grupos muy pequeños hasta organizaciones nacionales: “Esa diversidad de prácticas y organizaciones son las que le dan a La Escuelita su carácter formativo más fuerte. De personas que por ahí es la primera vez que salen de su territorios, hasta compañeras de organizaciones super enormes que ponen su cuerpo y están en la batalla permanente en la calle. Entonces cómo nos podemos ir nutriendo de esas prácticas y poder, sobre todo, compartirnos la ternura”
Mariana nos cuenta que en La Escuelita, muchas personas dicen que encontraron esa “humanidad que todos tenemos en cuanto a la belleza de nuestros cuerpos, nuestras ideas y nuestros sentimientos. Y que muchas veces, en la batalla cotidiana del territorio, se pierden”.
Otras mujeres, narra Mariana, hablan de que La Escuelita se convierte para ellas en un “espacio de libertad” y que siente que allí descubrieron su ternura y que “su palabra vale”. Mariana recuerda a una mujer diciendo “esta es la primera vez que mis pensamientos salen por mi boca, por mis palabras”, y nos cuenta que es una mujer de Santa Fe que participaba de reuniones, de las asambleas en su barrio, pero que nunca había podido hablar en colectivo. Y que La Escuelita le brindó el marco para que ella pudiera trabajar esa salida de la voz hacia lo público; “Después en otro siguiente encuentro vino muy contenta. Nos quería contar que había podido hablar con el intendente. Habían tenido una lucha contra el desalojo y habían ido a cortar la calle. Entraron y ella fue una de las que se animó a hablar. Eso para nosotros vale todo un proceso formativo. Que ella haya podido vivir eso, que sea multiplicado y pueda contagiarlo. Es el sueño por el cual estamos haciendo este proyecto”.
Foto: Colectivo Manifiesto
Aprendizajes
Jaqui es de barrio Autódromo, es parte del Encuentro de Organizaciones. Junto a sus compañeras y compañeros, realizan varias actividades barriales como brindar la copa de leche, una huerta comunitaria, el apoyo escolar y productivos de alimentación. Yanina Arias es de Cuesta Blanca, del barrio Comechingones, una toma de tierras que este año cumple ya seis años. Han resistido varios intentos de desalojos y procesos de judicialización. En una conversación con ellas, nos contaron acerca del significado de participar en La Escuelita.
“Cuando vine la primera vez a mi primer círculo ya me causó la necesidad de encontrarme y compartir con mis compañeros que todos estamos en las mismas, compartir nuestras luchas”.
“Para mí fue muy intenso. Recuerdo cómo en el primer encuentro había cosas que no podía creer. Que mis hijos tuvieran su espacio para formarse, para compartir con otros niñas y a la noche o al momento del almuerzo, cuando nos encontrábamos, estaban como alucinados contando qué habían hecho, con quién habían hablado”.
La Escuelita se convierte en una especie de paréntesis en la urgencia del cotidiano de las personas que asisten. Un espacio de reflexión donde se para la pelota del día a día, y se le da lugar a las preguntas, se comparten las luchas, se ponen en común los problemas de cada territorio. Al respecto, Yani nos dice que recuerda el primer encuentro al que asistió: “Vine con con mucha tensión, muy cargada, el cuerpo desgastado de hacer fuerza, de no parar. Y me acuerdo de haber llorado toda la escuela, de escuchar solamente el resto de las historias. Porque me veía ahí reflejada y me di cuenta que no se puede luchar con tanta tensión. Que hay que parar un poco, hay que pensar juntas”.
Por su parte, Jaqui relata que la Escuelita se convirtió en un gran espacio de aprendizaje: “Aprendí que no estamos solas. Hay que escuchar nuestro cuerpo, parar un poco y pensar por qué hacemos esto. Qué huellas dejamos y qué huellas nos han dejado a nosotras. Y preguntarnos simplemente cómo estamos. Y pararnos. Cómo lo urgente a veces atraviesa tan fuerte los problemas que tenemos y las acciones que tenemos que tomar en los territorios. Parar y preguntarle al compañero, cómo estás, cómo te sentís”.
Surge en ellas el deseo de replicar este espacio de formación, compartir talleres de reflexión con sus organizaciones y que sus compañeras y compañeros, puedan, al decir de Jaqui, “vivir en carne propia esa piel de gallina, ese nudo en las tripas que se nos hace en La Escuelita”.
Soltar la lengua, lavar los ojos de adentro hacia afuera, son dos ideas/conceptos que repiten Jaqui y Yani: “es bueno soltar, sacar todas esas cosas que uno tiene adentro. A través de el arte, teatro, la danza. Todo eso nos hace bien al cuerpo y volvemos a nuestros territorios más fuertes, más fortalecidas, más humanas”.
De igual manera Franco y Patricio, del Centro Cultural y Social el Birri de la provincia de Santa Fe, rescatan los aprendizajes de este Círculo de formación y el impulso para seguir luchando y sus territorios: “Cuando empecé La Escuelita pensé que yo sólo iba con los problemas del barrio. Pero al hacer las rondas, me di cuenta que no era el único”.
Alimentar nuestros cuerpos
La alimentación es fundamental en los espacios de formación de la Universidad Trashumante. Se convierte en una decisión política de la organización que la comida sea rica y de calidad: “No lujosa, pero sí que sea sana, que tenga de todo, en lo posible. Que puedan comer bien. Y contemplar particularidades. Hay un grupo de vegetarianos. Otros son veganos. Hay gente que no consume harinas… hay un menú general y algo para preparar si alguien necesita algo especial. Si surge algún problema, si algún chico tiene algún inconveniente, hay que acompañar eso”, nos dicen Gilda y Daniel, familiares de miembros de la Universidad Trashumante, que colaboran en la cocina de La Escuelita desde hace algunos años. Gilda afirma que la tarea que hacen la viven con mucho gusto, “preparamos la comida con mucho amor para todos”.
Las cantidades que se cocinan suelen ser grandes. Hay una decisión de diversificar la comida y que sea rica. Bajo el lema de “Somos como comemos”, Gilda afirma que en su caso particular, intenta cocinar así en su casa, para su familia y que lo mismo hace para sus compañeros. Daniel agrega que “la única diferencia es el número, de cocinar para 6 a 180 personas”. Ambos ríen.
Foto: Colectivo Manifiesto
El tema de la revolución
El Tato Iglesias es uno de los referentes de la Universidad Trashumante que estuvo desde los orígenes, pensando cómo darle forma a una propuesta político pedagógica de educación popular que retomase, “sin miedos ni prejuicios, el tema de la revolución”. Él está convencido que las definiciones ideológicas y políticas de la Universidad Trashumante, se vienen profundizando de la mano del encuentro con una forma y un estilo de intervenir políticamente desde la educación popular. “Hoy hemos visto gente que como llegó, no había hablado nunca y aquí habló con conocimiento y sabiduría”.
Uno de los desafíos es cómo “masificar la escuela”. Dice al respecto: “La idea es que nos formemos para hacer la revolución, para transformar y transformarse. A nosotros no nos interesa que la gente sea trashumante, así como tampoco que la escuela sea trashumante. Nos interesa que se hagan escuelas en los barrios. Formados por la gente que se formó en la Escuelita. Lo importante es que haya escuela de formación de educadores populares de los sectores populares”. Rescata el valor de los cuadernillos de formación que se han generado en estos últimos años, donde lo que se plasma son los conocimientos generados colectivamente por quienes participan del espacio.
El Tato afirma que cambiar el mundo no es una idea utópica e inalcanzable: “Empezamos a cambiar el mundo cuando empezamos a cambiar nosotros, nuestras prácticas y crecer con los otros. Cambiar el mundo implica hacer una revolución que de alguna manera nos permita ver claramente que estamos oprimidos, que somos las grandes mayorías”.
Una palabra aparece muy fuerte: la ética, vinculada con el cuidado, con la amorosidad, con la coherencia entre la palabra y el gesto. “Cuando se desacomodan palabra y gesto, algo pasa. Primero está el gesto después está la palabra”, concluye el Tato.
*Por Débora Cerutti para La tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.
Foto: Colectivo Manifiesto
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