Idioticracia, domesticación de la sociedad

portadaEn pocas palabras. 15-M RONDA.- Actualmente, el negocio de la autoayuda, según la revista Forbes, genera 10 mil millones de dólares anuales en Estados Unidos. Los libros basados en la búsqueda de la felicidad y el bienestar psicológico facturan millones de euros al año en España. Sin embargo, estos libros y técnicas de autoayuda no ayuda, es el engaño de la felicidad “instantánea”.

La felicidad se ha convertido en una de las construcciones culturales con mayor influencia sobre la vida diaria de millones de personas, una lógica que coincide sospechosamente con los postulados neoliberales, el bienestar es una cuestión individual que ha de procurarse cada persona por su cuenta y riesgo. La promesa de la alegría esconde un fondo profundamente ideológico que persigue la disolución de los vínculos sociales.

Según NPD Group, empresa estadounidense de investigación de mercado, las ventas de libros de autoayuda se incrementaron en un 11% entre 2013 y 2019, alcanzando los 18,6 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo en ese último año. El número de libros publicados se triplicó en ese mismo periodo. Y todo esto antes de la pandemia. Porque, durante los meses de encierro e incertidumbre, la autoayuda aumentó más de un 40% sus ventas. Entre las temáticas, el budismo, la meditación, positivismo, vida saludable, superación personal…

La felicidad también se vende. Miles de nuevos creyentes acuden a "Escuelas de la felicidad", asisten a cursos de meditación y conciencia plena, van de conferencia en conferencia y compran libros de autoayuda en busca de "la salvación personal". Hasta 15.000 creyentes se congregan para oír una conferencia de Deepack Chopra, el doctor hindú de moda en Estados Unidos. Predica el pensamiento positivo desde la década de los 80 y llega a cobrar por charla hasta 10.000 dólares.

Martin E.P. Seligman, elegido presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología en 1998, considerado uno de los fundadores de la psicología positiva, participó en su manifiesto introductorio publicado en el año 2000. Pronto empezó a recibir donaciones cuantiosas y cheques con varios ceros procedentes de grupos de presión conservadores e instituciones religiosas interesadas en promover la noción de felicidad que promulgaba esta nueva corriente de la psicología.

Sara Ahmed, profesora y escritora británica, sostiene que “la felicidad, como promesa de vivir de una determinada manera, es una técnica para dirigir a las personas”. La proliferación de enfermedades como la ansiedad, la soledad, el aislamiento, el maltrato, la depresión, evidencia que este sistema no nos deja vivir, nos exprime y asfixia.

Las formas de hacer política basadas en la felicidad —opina Edgar Cabanas, doctor en Psicología e investigador en la Universidad Camilo José Cela y en el Centro para el Estudio de las Emociones del Instituto Max Planck de Berlín, denuncia cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas y ensalzan las cuestiones individuales y desdibuja las sociales, objetivas y estructurales

La profesora y socióloga Vila Núñez no tiene dudas de que estamos en una nueva fase del avance del capitalismo, “un estadio sofisticado definido por el asalto al deseo, a la propia subjetividad. Ya no solo somos cuerpos disciplinados sino deseos expropiados, cuerpos sin memoria”, en la sociedad que afirma el imperativo de la alegría “ya nada tiene sentido porque nada tiene principio ni fin, porque no hay recuerdos ni compromisos, no somos nadie, no venimos de ninguna parte y no vamos a ninguna parte, este es el estado de la cuestión”.

Vivimos tiempos en los que la idiotez ha desbordado todo límite que la razón hubiera podido imponerle y se ha desparramado sobre nosotros y nosotras como infinita y tonta inundación. La democracia ha fomentado y fomenta la idioticracia, esto es, una sociedad dominada por una estupidez generalizada de la que es difícil escapar y donde prima la colectividad del pensamiento teledirigido, más allá del imprescindible ejercicio del espíritu crítico que sirva para superar el riesgo permanente de sometimiento a los dictados interesados del sistema o simplemente del gobierno de turno.

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