En pocas palabras. Una tierra que agoniza

fotoGEOINGENIERÍA O GEOPIRATERÍA DEL GRAN CAPITAL

15-M RONDA.- No hay duda alguna de que incidir en los ecosistemas locales puede provocar efectos en todo el planeta. A ello debemos el cambio climático como consecuencia de la actividad humana. Sin embargo, está ganando terreno una idea temeraria: que podemos intervenir deliberadamente los sistemas planetarios para corregir el daño que hemos provocado en nuestro clima. Es a lo que llaman geoingeniería. Nosotros preferimos llamarle geopiratería del gran capital.

Está en juego el control internacional de los sistemas planetarios: el agua, los territorios y el aire. Si algunos gobiernos ricos y la industria ven a la geoingeniería como un remedio técnico barato para el cambio climático, invertirán su dinero y tecnologías en esta “solución científica” y no habrá recursos para ayudar al Sur global a enfrentar el caos que viene.

La geoingeniería es la manipulación tecnológica intencional, de gran escala, de los sistemas de la Tierra, incluyendo los sistemas relacionados con el clima.

fotoAlgunos ejemplos de geoingeniería: el lanzamiento de partículas de sulfatos a la estratosfera para reflejar los rayos solares; el arrojamiento de partículas de hierro en los océanos para nutrir al plancton (conjunto de organismos animales y vegetales, generalmente diminutos) que absorbe el CO2; el disparo de yoduro de plata a las nubes para producir lluvia; la ingeniería genética de los cultivos para que las hojas de los árboles y otras plantas reflejen mejor la luz del sol, etc.

David Keith —físico y promotor de la geoingeniería adscrito a la Universidad de Calgary— describe la geoingeniería como “una solución expedita que emplea tecnología adicional para contrarrestar efectos no deseados sin eliminar su causa de origen.” En otras palabras, la geoingeniería emplea nuevas tecnologías para intentar rectificar los problemas creados por el uso de viejas tecnologías: un clásico remiendo tecnológico.

Los protagonistas del sector privado que querrán encabezar la geoingeniería serán probablemente las mismas empresas de las ramas energéticas, química, silvícola y de los agronegocios que son algunos de los responsables de haber creado la actual situación climática en la que nos encontramos, es decir, los mismos que nos condujeron a este caos.

Elegir la geoingeniería como una de las soluciones al caos climático atenta directamente contra el principio de precaución. Aun los posibles inversionistas reconocen que no sabemos lo suficiente sobre los sistemas terrestres como para arriesgarnos a la aplicación intencional de la geoingeniería o incluso a experimentar con ella en el mundo real.

Los gobiernos que calladamente discuten la posibilidad de financiar experimentos de geoingeniería son los mismos que incumplieron en aportar siquiera los recursos mínimos para las acciones de mitigación o adaptación al cambio climático. De hecho, en algunos centros de decisión se está proponiendo el enfoque MAG (Mitigación, Adaptación y Geoingeniería) para incorporarlo en las discusiones sobre cambio climático. Esos gobiernos están dispuestos a desviar los fondos que serian usados para las acciones de mitigación y adaptación frente al cambio climático hacia la geoingeniería, si se les da la oportunidad.

fotoEl apoyo a la geoingeniería también proviene de los grandes medios de comunicación. Después de que científicos prominentes otorgaron su apoyo público en medios impresos a la geoingeniería, calificándola de esfuerzo científico creíble, las publicaciones en este campo se multiplicaron en las revistas académicas (incrementándose casi cinco veces) y en la prensa general (multiplicándose por doce). Hoy es políticamente correcto decir que la geoingeniería es una respuesta legítima al cambio climático: un cambio en la credibilidad al que el New York Times se refirió como “un gran retroceso”

A medida que las técnicas de geoingeniería se mueven del ámbito de la teoría al de su emplaza-miento en el mundo real, la existencia de patentes bajo control de individuos y empresas privadas po-dría significar que la decisiones sobre los bienes comunes climáticos serán tomadas por el sector privado. Muchas de las potencias militares del mundo permanecen fascinadas con la idea del control del clima.

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