EN POCAS PALABRAS. UNA TIERRA QUE AGONIZA
15-M RONDA.- Durante décadas, los científicos vienen advirtiendo que las acciones humanas están empujando la vida a una sexta extinción masiva. Las tasas de extinción han alcanzado niveles sin precedentes desde que los dinosaurios se extinguieran hace 66 millones de años. Nuestro planeta está comenzando una nueva etapa de extinción masiva que amenaza incluso la supervivencia de la propia humanidad. Con estimaciones muy prudentes, las especies están desapareciendo hasta 100 veces más rápido de lo normal: “si se permite que continúe, la vida tardaría muchos millones de años en recuperarse, y nuestras propia especie probablemente desaparecería pronto”
A través de la historia, la capacidad de la naturaleza para absorber el impacto del desarrollo humano ha tenido límites. En tiempos pasados, la contaminación y otras presiones desembocaron, sobre todo, en el deterioro de los ambientes locales.
Pero hoy, además, hemos forzado a escala planetaria la resistencia de la naturaleza. La población del mundo pasó de tener alrededor de 1,6 miles de millones de personas, en 1900, a los 7,5 miles de millones actuales. Durante este periodo, los adelantos tecnológicos y el uso de la energía fósil permitieron satisfacer la demanda creciente de recursos del planeta.
La biodiversidad actual del planeta está en serio peligro. Se han extinguido (desde el año 1500) más de 320 vertebrados terrestres y de las especies que sobreviven, su población ha disminuido una media de un 25%. Estamos ante los primeros pasos de la sexta oleada de extinción biológica en masa del planeta, en el que los insectos, arañas o gusanos, tan importantes en nuestra vida diaria (como la polinización, el control de plagas de los cultivos o la descomposición y el ciclo de los nutrientes) han sufrido un descenso tal que su pérdida y deterioro no hacen sino atestiguar la preocupante situación en la que nos encontramos.
Esta pérdida en el número de invertebrados se debe, sobre todo, a la alteración del clima a escala global y a la pérdida de su hábitat. Su merma en número pone en peligro la capacidad de la naturaleza de proveer a los seres humanos de elementos que necesita para vivir.
El Índice Planeta Vivo, que es un indicador importante de la condición ecológica del planeta, revela que, entre 1970 y 2012, la abundancia de la población de los vertebrados sufrió una disminución total de 58%. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, cerca del 41% de todas las especies de anfibios y el 26% de los mamíferos se encuentran en peligro de extinción.
Para encontrar las soluciones, es necesario comprender mucho más a fondo las presiones, las causas fundamentales y las dinámicas básicas de los sistemas. Tenemos un solo Planeta y su capital natural es limitado. Por eso el camino a seguir es evitar la explotación forestal, la apropiación de tierras para la agricultura, las especies invasoras, la acidificación de los océanos o las toxinas que envenenan nuestro ecosistema.
Dependemos de la naturaleza para conservar el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos y los materiales que usamos, la economía que nos sostiene y, no menos importante, para preservar nuestra salud, respirar y ser felices.
Sin embargo, aún hay esperanza: “Evitar una sexta extinción masiva real requerirá rápidos esfuerzos, en gran medida intensificados para conservar las especies ya amenazadas, y para aliviar las presiones sobre sus poblaciones, en particular la pérdida de hábitat, la sobreexplotación con fines económicos y el cambio climático”, sentencian los investigadores.
Debemos adoptar un enfoque que disocie el desarrollo humano y económico de la degradación ambiental —quizás esta sea la transformación cultural y de comportamiento más profunda experimentada jamás por civilización alguna—. El futuro de muchos organismos vivos es incierto. No solo las plantas y los animales silvestres están en peligro: cada vez más, las personas padecen las consecuencias del deterioro de la naturaleza. Los modelos climáticos y de otro tipo vaticinan que, si no actuamos, la Tierra se convertirá un lugar mucho menos acogedor para nuestra moderna sociedad globalizada.
En última instancia, para enfrentar la desigualdad social y la degradación del medio ambiente es necesario un cambio de modelo capitalista global que apunte a una existencia que no transgreda los Límites Planetarios. Debemos crear un nuevo sistema económico que amplíe y mantenga la biodiversidad natural en el que esté cimentado.
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