En pocas palabras. Desmontando mentiras
15-M RONDA.- El gasto público en recetas en 2015 fue de 10.106 millones de euros, casi 2% más que el año anterior, mientras que el gasto farmacéutico hospitalario fue de 6.668 millones, con un 26% de incremento. Este aumento vertiginoso se debe en parte a los casi 1.100 millones que se desembolsaron a la farmacéutica Gilead para tratar ese año a 60.000 pacientes con hepatitis C con el fármaco sofosbuvir, marca Sovaldi, que cuesta en nuestro país unos 13.000 euros por paciente (empezó en 43.000 €).
A la industria farmacéutica lo que menos le preocupa es el paciente. Trata de asegurar sus beneficios. Un estudio de la revista Lancet que analiza los 70 medicamentos contra el cáncer que fueron puestos en el mercado en los últimos 10 años en EEUU demuestra que su único beneficio es prolon-gar la vida del paciente una media de dos meses. Algunos de estos fármacos cuestan hasta 100.000 dólares. Son ejercicios de especulación que no podemos permitirnos. Es más rentable "matar" a la persona que "matar" el negocio.
Aunque depende de las directrices de la Agencia Europea del Medicamento, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Farmacéuticos decide qué medicamentos se pueden vender en el mercado y cuáles no. En la actualidad, existen 13.535 medicamentos autorizados y comercializados en todo el territorio nacional. Una lista que va desde los genéricos de uso común como la aspirina o el ibuprofeno hasta medicamentos para enfermedades raras o para tratamientos contra el cáncer.
Un mercado con una competencia feroz en el que las multinacionales farmacéuticas controlan la mayoría de los fármacos que se venden. El 50% de los medicamentos está en manos de 18 grupos farmacéuticos.
En España, la mayoría de los ingresos de las farmacéuticas corren a cargo de los presupuestos públicos. El 92% de los medicamentos autorizados en España están sujetos a prescripción médica: es necesaria una receta para su venta.
El gasto farmacéutico a través de receta oficial del Sistema Nacional de Salud cayó un 20% entre el 2009 y el 2016. Alrededor de 3.000 millones de euros menos en un contexto de recortes públicos en Sanidad y la introducción del copago.
Sin embargo, existen 1.030 fármacos de uso común que se venden en las farmacias de España sin necesidad de una receta. Son los casos del paracetamol, ibuprofeno, aspirina, betadine o biodramina, medicamentos que están en la vida diaria de la mayoría de la ciudadanía española.
Cuando una compañía farmacéutica quiere comercializar un medicamento, tiene que presentar una solicitud de autoriza-ción ante la Agencia Europea del Medicamento o la Agen-cia Española de Medicamentos y Productos Farmacéuticos. Si el medicamento es nuevo, la compañía farmacéutica puede pedir una patente. Esta patente le garantiza el monopolio de venta de ese medicamento durante un periodo mínimo de 20 años. “Lo que busca es garantizar que la inversión que hace un laboratorio para investigar un medicamento se amortice”, explica Ángel Luis Rodríguez, director general de la Asociación Española de Medicamentos Genéricos. Muchas asociaciones denuncian que la duración de estas patentes favorecen el oligopolio de las grandes farmacéuticas. En España, la mitad de los medicamentos autorizados (6.709) son de marca.
Gracias al vencimiento de cientos de patentes durante los últimos años, las farmacéuticas se han lanzado al boom de genéricos en España. El 95% de los medicamentos genéricos que se venden en España se autorizaron entre el 2000 y 2017.
Los genéricos llegaron para romper con los monopolios de los medicamentos y para evitar la concentración de la industria en un puñado de farmacéuticas. Sin embargo, los niveles de concentración en el sector superan a los de la industria de marca. Ocho farmacéuticas comercializan la mitad de medicamentos genéricos autorizados en España. Solo tres farmacéuticas (Teva, Normon y Novartis) controlan el 25% de los productos.
La continua evolución de los tratamientos farmacológicos hace que sea necesario que los médicos se actualicen con relativa frecuencia. Esta formación, que se mezcla con actividades publicitarias, se apoya fundamentalmente en el contacto con visitadores médicos, que son representantes de las farmacéuticas, así como en la asistencia a congresos o cursos y por medio de publicaciones especializadas. La mayor parte de esta formación es financiada por la industria farmacéutica, lo que, a juicio de diversas organizaciones, supone un riesgo debido a la pérdida de independencia.
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