EN POCAS PALABRAS Una tierra que agoniza
15-M RONDA “los patrones de insostenibilidad en la producción, consumo y crecimiento demográfico constituyen un desafío a la resistencia del planeta para soportar la actividad humana. [...] La ciencia indica que estamos transgrediendo los límites planetarios que han mantenido la civilización humana durante los últimos 10.000 años.
Se acentúa, cada vez más, la evidencia de que la presión humana está comenzando a sobrepasar la capacidad de amortiguación de la Tierra”. Estamos asistiendo a un cambio de época condicionado por el desbordamiento de los límites de biocapacidad del planeta; tal desbordamiento se relaciona con los impactos ecológicos generados por las lógicas de acumulación de capital y de consumo ilimitados vigentes en las principales economías mundiales (China, Estados Unidos, UE, Japón, India y Rusia); y de no modificar dichas lógicas a tiempo, los procesos de deterioro y crisis de los sistemas que sostienen la vida, tal y como la conocemos, acabarían conduciendo a una crisis sistémica de extraordinario alcance.
Todo apunta a que afrontamos un cambio de ciclo histórico en el que la crisis ecológica y la amenaza de colapso social son reales; son tiempos críticos, y las medidas adoptadas hasta ahora, insuficientes.
“Una civilización se acaba y hemos de construir otra nueva. Las consecuencias de no hacer nada –o de hacer demasiado poco– nos llevan directamente al colapso social, económico y ecológico. Pero si empezamos hoy, todavía podemos ser los protagonistas de una sociedad solidaria, democrática y en paz con el planeta.” (Manifiesto “última llamada” 2014)
Actualmente, ya existe un creciente desbordamiento ecológico, que en 2010 se reflejaba en un índice de extralimitación global (huella ecológica/biocapacidad) en torno al 150%.
De mantenerse los patrones demográficos vigentes, se estiman nuevos crecimientos de población próximos al 40% (9.600 millones de habitantes) a mediados de siglo y al 60% (11.000 millones de habitantes) en torno al año 2100. Junto a ello, el incremento de los impactos ecológicos por habitante sigue creciendo debido a la emulación general de los modelos socioeconómicos de los países con mayores economías y déficits ecológicos per cápita.
Debiéramos empezar a situarnos ante una especie de “estado de emergencia” congruente con la dimensión de las transformaciones y el esfuerzo a realizar para reconducir a tiempo la amenaza de la crisis ecológica global. El problema es que las élites económico-políticas siempre han ido, y siguen yendo, por detrás de los acontecimientos, resistiéndose a cuestionar el sistema socioeconómico vigente y a la necesidad de llevar adelante cambios profundos que pudieran afectar a sus intereses económicos más inmediatos.
Podemos formar parte de la última generación con capacidad de reconducir una confrontación global con la naturaleza y que es muy probable que, debido a las fuertes inercias del desarrollo socioeconómico, los tiempos de reacción se estén acabando, si no lo han hecho ya. O seguimos como hasta ahora o, quizá, aún se podría intentar cambiar el rumbo para reconducir los procesos o, al menos, reducir sus efectos más dramáticos.
El calado de la crisis ecológica que afrontamos exige un giro de 180 grados en el modo de tratar los asuntos públicos, así como en la forma de hacer política y de tomar las decisiones.
Impulsar la reflexión ciudadana sobre el significado de los nuevos paradigmas y su aplicación. Informar sobre la realidad del riesgo de crisis ecológico/climática de alcance civilizatorio y trasladar al imaginario colectivo que, sencillamente, nos estamos jugando la vida, es fundamental para posibilitar el cambio ecosocial y, sin embargo, los valores centrados en la acumulación y el crecimiento ilimitado, el productivismo, el consumismo y el individualismo siguen siendo dominantes en el mundo y en España.
Hoy en día, amplios sectores de las mayorías sociales, desinformados de lo que está en juego, todavía piensan que otro mundo no es posible, que la ciencia se ocupará de corregir los excesos y que el bienestar personal y social está indisolublemente vinculado a la ampliación ilimitada del consumo de bienes materiales.
Frente la versión más conservadora de una Europa dominada por lógicas neoliberales e insolidarias, tiene que surgir una determinación en la lucha contra la crisis global ecológica y social. Hace falta un ambicioso proyecto de futuro que, construido desde otros paradigmas y valores y alumbrado desde diversas instituciones y ciudadanías (en plural, pues esta no es una pugna de una sola ideología, país, partido o movimiento social), tenga la capacidad de disputar la hegemonía cultural y política al actual entramado económico/político dominante, esto es, el capitalismo.
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