Juntes para estar. Generando espacios comunitarios. Texto para reflexionar en nuestro encuentro y en cualquier momento

imagenAquí os dejamos un texto de las reflexiones que estamos trabajando en nuestros encuentros y que continuaremos dándole vueltas en nuestro último encuentro en noviembre. Queremos compartirlo con todes pues igual os puede ayudar a vuestras reflexiones.

Juntes para estar. Generando espacios comunitarios

Los colectivos y personas que compartimos en la Coordinación Baladre venimos reflexionando desde hace un tiempo sobre la comunidad como espacio de relación y convivencia, y de lo comunitario, como manera de transformar nuestros barrios y pueblos mas allá de las lógicas y valores del capitalismo. Nuestras experiencias y vidas se sitúan en diversos territorios, en lo urbano y en lo rural, casi siempre desde las periferias y los márgenes del sistema. A lo largo de los años hemos desarrollado “herramientas” que hemos creído útiles para “enredarnos” con otres y buscar juntes nuevos horizontes de vida, espacios donde generar alternativas a un sistema que nos oprime y desde los que confrontar la injusticia social en sus múltiples Formas.

Los Puntos de Información y Denuncia, la reivindicación de una Renta Básica de las Iguales para todas las personas, la alimentación sostenida por la comunidad, la defensa del territorio, los medios de comunicación comunitarios, la lucha contra la riqueza, el patriarcado, el racismo o lo militar, la solidaridad y el apoyo mutuo frente a la represión, son algunas de las herramientas que las gentes de Baladre venimos usando en estos 40 años de historia. En todas ellas, siempre entendiendo la perspectiva feminista como un pilar imprescindible. Pero la realidad que enfrentamos sigue estando lejos del horizonte de igualdad, equidad y justicia que deseamos para todes, y es en este contexto de crisis sistémica, donde creemos que la comunidad y lo comunitario adquieren aún más valor (si cabe) como alternativas contra el individualismo, la dictadura del mercado o el control social. En esta fase del sistema de opresión y control capitalista, el tejido social y la mirada integral y de proceso están siendo sustituidas por las redes sociales basadas en la inmediatez y que sostienen lo que Almudena Hernando llama “la Fantasía de la individualidad”. Lo que necesitamos para el sostén de la vida e incluso la vida misma es objeto de negocio, desde la tierra o las semillas hasta el agua, la vivienda e incluso los cuidados, mientras vemos como las soluciones colectivas, a pesar de los esfuerzos, en muchas ocasiones no logran transformar nuestros pueblos y barrios, ni generar comunidad, no hablemos ya de suponer alternativas al capitalismo.

Es así como la observación de las realidades vividas, de las experiencias emprendidas en el ámbito social, de los nuevos marcos ideológicos y de relación entre las personas, nos lleva a explorar modos de hacer que refuercen, reconstruyan y/o pongan en valor la comunidad, la convivencia y el apoyo mutuo. Quizás sería bueno empezar por definir lo que entendemos por comunidad y para ello acudimos a una definición de José Iglesias Fernández 1 cuando nos habla de pensar en la comunidad como la unidad de convivencia de aquellas personas que deciden de manera libre, autónoma y voluntaria vivir de forma colectiva, buscando el bien común y el apoyo mutuo, la fraternidad y la amistad, sin distinción de credos, razas, etnias, edades, sexos, colores, culturas, lenguas, etc.

Creemos que construir comunidad y transformar nuestro entorno empieza por nosotres mismes, en el día a día, en el modo como nos relacionamos, en compartir juntes espacios de vida como puedan ser la mesa para comer, la vivienda o las crianzas. Construir un “nosotres” pasa también por tomar consciencia de los privilegios y opresiones que nos atraviesan, crear espacios de comunicación y escucha donde poder pensar colectivamente las necesidades que deseamos satisfacer, “espacios seguros”que nos permitan estar y accionar juntes, sin miedo a equivocarnos, sin la necesidad de “producir” nada, con la confianza puesta en el apoyo mutuo y la diversidad del grupo. Pensamos también que la comunidad, desde el “nosotres” y nuestros haceres, construye su propio relato, a partir de la recuperación de la memoria colectiva del lugar y sus gentes, de nuestras experiencias, luchas y reflexiones conjuntas. Sin mitificar el pasado pero aprendiendo de lo que fuimos. Y así, paso a paso, acuerpándonos en el día a día, relacionándonos con nuestro entorno, relatando nuestra historia en común, vamos transformando el imaginario colectivo ahora colonizado por el modelo capitalista heteropatriarcal. En este camino, es clave y también un gran reto hacernos visibles, ya que la invisibilidad es el lugar que nos reserva el sistema capitalista. A pesar de que existimos, se hace difícil hacer visibles los faros en medio de la contaminación lumínica de las luces de neón que no nos dejan ser conscientes de la oscuridad que nos invade.

Además, en la medida en la que las costuras del capitalismo se hacen evidentes, surgen los monstruos vestidos de verde y otros colores, y es irónico que en pleno siglo XXI, algunos de ellos tengan forma de molino de viento.

Frente a la virtualidad en las relaciones, las luces de neón y las falsas soluciones que proponen los monstruos, proponemos el “estar”, poner el cuerpo en el accionar de la comunidad. Hablamos de participar en el grupo, el vecindario o el pueblo, más allá de sólo asistir, de habitar espacios informales dónde buscamos relacionarnos desde la horizontalidad y la escucha activa, alejados de lógicas productivistas y con la mirada desenfocada de quien descubre lo desconocido y que nos permite reconocer una realidad ocultada por prejuicios y egos. También ponemos el acento en los procesos y el accionar directamente, sin intermediaciones ni delegaciones, sin jerarquías ni personas expertas, compartiendo saberes y haceres entre iguales, dejando espacio a la creatividad colectiva y la diversidad. Hablamos de aprender y ensuciarnos juntes las manos mejorando los lugares comunes, de aunar esfuerzos para construir caballos de Troya con los maderos que la marea capitalista arroja a las orillas de nuestra sociedad o de luchar unides para defender nuestros derechos colectivos o el territorio que habitamos.

La cotidianidad como lugar común

Hubo un tiempo que quienes formaban la comunidad proveían sus necesidades de forma colectiva y también era la comunidad donde se forjaban las luchas en defensa de sus bienes comunes. Hoy son algunos procesos de lucha colectiva los que generan comunidad, pero esa comunidad a veces no es tal, sino que es tan solo un grupo que nace con un objetivo, pero que, muchas veces, adolece de realidad mas allá de éste. Sin relación, sin construir un “nosotres” en la cotidianidad, en la constancia y el compromiso, no hay comunidad, sino una unión temporal de individualidades para satisfacer una necesidad o un mero interés común. Además, la participación desde una perspectiva horizontal, incorporando diversidades y realidades que pueden estar alejadas de nuestras ideas es un reto a abordar. El impacto que tengan nuestras acciones es directamente proporcional a lo diverses que podamos ser. Sin diversidad, únicamente giraremos sobre nosotres mismes, y hemos aprendido que para esa construcción diversa la cotidianidad es una herramienta muy valiosa. Es en la cotidianidad, en las cosas más pequeñas que resolvemos juntes donde vamos sumando momentos comunes, tanto de preocupación, como de pena y celebración. Por eso creemos que construimos comunidad al relacionarnos, cuando transformamos y nutrimos espacios colectivos, cuando compartimos nuestra economía y nuestro tiempo, cuando escuchamos y cuidamos a vecines y compañeres, cuando nos unimos contra quienes nos oprimen, cuando trabajamos en la huerta comunitaria que nos provee de alimentos saludables o nos relacionamos con el medio rural tan olvidado, cuando nos sentamos alrededor de una mesa para comer, cuando celebramos juntes la vida o cuando en círculo nos contamos historias.

Si hay relación en lo cotidiano, si nos escuchamos y cuidamos, si somos capaces de hablar de nuestros sentires, necesidades y compromisos, si hay generosidad, podemos construir espacios seguros donde poder participar, libres de violencias, donde priorizar las necesidades comunes a partir de las necesidades y accionar alternativas desde el apoyo mutuo. Construimos comunidad para satisfacer nuestras necesidades colectivamente, para no sentirnos solas, para experimentar y crear juntes, pero también para generar alternativas al capitalismo. En este camino priorizamos la autogestión, la propiedad y el uso comunal, y el apoyo mutuo, en nuestras experiencias y luchas. Pero confrontar al capitalismo pasa también por hacer frente a nuestras contradicciones y aprender a cuestionar la propiedad privada, la mirada heteropatriarcal, a diferenciar entre lo público y lo comunal, a ser horizontales en una sociedad fuertemente jerarquizada y compartimentada, a tomar consciencia de nuestra complicidad con el capitalismo extractivista y colonizador, con el cambio climático... y, por último, ser anticapitalistas y feministas nos obliga a actuar.

Construir la comunidad que queremos es un camino compartido, con errores y aciertos, entre la incertidumbre de ser una balsa en medio de un océano cambiante y la seguridad que nos da saber que estamos juntes en este viaje. Sea como sea, cada comunidad es dueña de su propio relato, construido de realidades y sentires diversos, de tradiciones y leyendas, hilada con muchas voces y con vocación de llegar lejos, tanto como al pueblo vecino o a la generación venidera. Estando y haciendo juntes, tejiendo los relatos de nuestros procesos comunitarios, creando redes de apoyo de experiencias comunales, revisando sin temor nuestras prácticas y con la mente abierta a un mundo eternamente cambiante, así avanzamos hacia la utopía en medio de esta sociedad distópica.

https://www.joseiglesiasfernandez.es/articles/conceptos-basicos-para-entender-el-municipalismo-comunal/

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