Vamos camino de medio año de Ingreso Mínimo Vital ( IMV) y siguen las carencias. El revuelo de su lanzamiento, semejante al de otras medidas como el decreto de la RISGA o el lanzamiento de la Ley de Dependencia, no alivió el sufrimiento con el que muchas amanecemos y anochemos. En todo caso consiguió crecer, aun más, la tensión y la ansiedad de muchas que quisieron creer que de ésta saldrían de la miseria.
En el mes de junio, con las oficinas de la Seguridad Social cerradas, acompabañamos a decenas de vecinas en el camino por el laberinto burocrático que suponía solicitar el IMV de forma telemática. Igual que en el libro "Las doce pruebas de Astérix" aparecían impedimentos de todo tipo: padrón, convivintes, permiso de residencia, documentos inexistentes...
Finalizado el verano y cerca ya de acabar 2020, solo unas pocas de aquellas solicitantes son ahora perceptoras de dicho ingreso. La mayoría esperan sin información sobre el estado de sus trámites. Muchas recibieron notificaciones y requerimientos que las alejan de su meta: tener una vida digna.
Frente a esta dejadez, frente a la indefesión, frente a las denegaciones, frente los retrasos animamos a nosotros juntar para reclamar una vida digna para todas.
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