Lo que esconde el tratado comercial Transatlántico

logoFrenemos las negociaciones del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos porque intensificará las privatizaciones, ahondará en recortes sociales y pérdida de derechos laborales, y perpetuará la crisis ambiental.

¿Un Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP)?

En junio de 2013 -y a espaldas de la población- comenzaron las negociaciones entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EEUU) para promover un Acuerdo Transatlántico de “libre” Comercio e Inversiones (también conocido como TTIP por sus siglas en inglés).

La UE y EEUU están perdiendo poder económico y político en el mundo. Con este tratado buscan crear la “zona de libre comercio más grande del planeta”: una nueva vuelta de tuerca neoliberal para declarar una “guerra comercial” a otras superpotencias (como China, Rusia o India) y recuperar parte de ese poder.

No en vano, han sido las multinacionales -como la industria automovilística, química, farmacéutica y agroalimentaria, empresas energéticas y de servicios, bancos, fondos de inversión, etc.- a ambos lados del Atlántico las que más han presionado para impulsar estas negociaciones. De hecho, la mayoría de reuniones que ha mantenido la Comisión Europea sobre el tratado ha sido con grupos de presión de las grandes empresas.

¿Qué regulará el TTIP?

Dado que los aranceles entre la UE y EE UU son ya muy bajos el tratado se centra en la eliminación de leyes a ambos lados del Atlántico con el fin de reducir costes para las multinacionales. Así, el TTIP puede desembocar en la supresión de regulaciones sociales, laborales, ambientales o de seguridad alimentaria y sanitaria y suponer una merma en las libertades digitales.

Un capítulo especialmente polémico es el de la protección de las inversiones, por la cual cualquier inversor privado internacional puede desafiar, ante tribunales comerciales antidemocráticos y poco transparentes, cualquier legislación (ambiental, laboral o social) que interfiera con sus beneficios. Por ejemplo, una moratoria al fracking (técnica muy contaminante de extracción de gas o petróleo) o una regulación sanitaria para prohibir el uso de sustancias tóxicas pueden ser objetos de demandas.

Si es tan preocupante… ¿por qué no hay debate social?

No hay debate porque el TTIP se está negociando en la sombra. Tras varias rondas de negociación la transparencia y la comunicación con la sociedad civil ha sido nula. Los únicos documentos que se conocen se deben a filtraciones. Ambas potencias se han comprometido a no publicar los documentos relacionados con las negociaciones durante 30 años. En septiembre de 2014, la Comisión Europea ha prohibido una Iniciativa Legislativa Popular Europea que invitaba a rechazar las negociaciones. La única consulta realizada, sobre la protección de las inversiones, era lo suficientemente compleja para dificultar la participación ciudadana y a posteriori, la UE ha amenazado con rechazar las miles de respuestas críticas que hubo.

Frente a la comunicación fluida y constante con las grandes multinacionales, toda comunicación con la sociedad civil por parte de la Comisión Europea se ha limitado a obviar las críticas y repetir, sin diálogo alguno, las supuestas (y no contrastadas) bondades del TTIP.

En mi día a día…¿qué puede suponer?

La armonización legislativa puede llevar a una equiparación aún más a la baja de la protección que nos queda, afectando a las normas de protección social, laboral, de la salud y del medioambiente. Así, podríamos ver aumentar la producción y la venta de transgénicos, de toxinas o de sustancias químicas peligrosas (como los alteradores hormonales que causan cáncer y otras enfermedades). El tratado podría servir para aumentar la vigilancia cibernética o las penas por compartir archivos en Internet.

En el terreno laboral, estas negociaciones se suman a las políticas antisindicales de EEUU, que se niega a ratificar convenciones de la Organización Internacional del Trabajo sobre el derecho a sindicarse, así como a los ataques de la UE y la troika imponiendo bajadas salariales y normas laborales más “flexibles”.

En cuanto a las liberalizaciones y privatizaciones, ya estamos sufriendo sus consecuencias: recortes, despidos, pérdida de derechos y de calidad de los servicios, poniéndose la rentabilidad económica por encima de todo, lo que genera mayores cargas para las mujeres y las personas con menos recursos económicos.

Y como gota que colma el vaso con los mecanismos de protección de las inversiones, maniatarían cualquier política de futuro destinada a proteger a la ciudadanía.

Bueno, pero... ¿no nos ayudará el TTIP a salir de la crisis?

La retórica de la UE habla de que el TTIP es la clave para “superar la crisis” y “crear empleo”. Sin embargo sus estudios internos demuestran que la destrucción de empleo en varios sectores, especialmente en las pequeñas explotaciones agrarias y ganaderas, puede ser descomunal. Además bajarían los ingresos de industrias como la maquinaria electrónica, equipos de transporte y metalúrgica, así como los sectores de productos madereros y papel, servicios a las empresas y de comunicación con la consecuente pérdida de puestos de trabajo.

El TTIP tampoco supondrá una ventaja a las pequeñas empresas y autónomos, puesto que al acuerdo aumentará la capacidad de las grandes corporaciones para desplazar, aún más, al pequeño comercio.

El pacto básicamente busca ahondar en la misma receta que ya se esta aplicando: recortes sociales, laborales y ambientales junto con una buena dosis de privatizaciones. ¿Ha servido esto para paliar la crisis?

Y sin TTIP… ¿Hay alternativas a la crisis?

Toda salida justa y sostenible a la crisis sólo puede pasar por el reparto de la riqueza y del trabajo asalariado y doméstico, atenerse a los límites del planeta y poner la justicia social, la igualdad, el cuidado de la vida y de las personas en el centro de cualquier política pública. Algunas de estas propuestas se han concretado en el Mandato Alternativo de Comercio.

Esto es justo lo contrario de lo que propone el TTIP, que concentrará aún mayor poder político y económico en las multinacionales en detrimento de nuestros derechos sociales, laborales y civiles. Un verdadero asalto a la ya muy maltrecha “democracia”.

Con todo esto... ¿,qué podernos hace?

En primer lugar es necesario forzar al poder político a sacar las negociaciones de la trastienda y obligar a que haya un debate público sobre el modelo de economía que necesitamos.

En segundo lugar, unir las diferentes iniciativas sociales para impedir las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones. De hecho, varios sectores de la sociedad -organizaciones de consumidores, grupos ecologistas y feministas, sindicatos y diferentes asociaciones de ámbitos tan dispares como los derechos humanos, la cultura libre o el comercio justo- nos hemos organizado para confrontar esta vuelta de tuerca en el aumento del poder de las grandes empresas. Ya existen plataformas locales en diferentes ciudades, coordinadas en una Campaña estatal (noalttip.blogspot.com.es).

Y sobre todo, seguir defendiendo los servicios públicos, la democracia directa y participativa, la gestión colectiva y sostenible del planeta, la economía ecológica y feminista basada en los cuidados y la vida frente al poder corporativo.

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