Granja Julia

Momento de la reunión Pola.- Un día caluroso de junio en Paterna, Valencia. Poco a poco empezamos a llegar a Granja Julia, un espacio de huertas, convivencia y creación.

El sol empieza a picar y el círculo se va formando en el resguardo del espacioso salón que han construido con el trabajo comunitario.

Llegan compañeras, colectivas, experiencias de aquí y de allá.

Cuando cada quien encuentra su lugar, Serafín nos explica cómo Granja Julia se ha construido y nos da una idea del día a día.

Nos cuenta cómo esta relación con jóvenes latinos y gitanos, con los chicos segregados del sistema educativo, con los excluidos.

A partir del el trabajo en la tierra , de una escuela de música y otra de cerámica, hacen una labor tanto productiva como formativa.

Se sincera y nos dice que es casi imposible que los chicos no se salten las normas. Hace referencia a una experiencia concreta. Y aquí aparece los excepcional:

-Está bien, tú te saltas la regla, ¿pero qué ofreces a cambio?

La pregunta queda instalada en cada una de nosotras.

Serafín remarca, lo que aquí hacemos es una pedagogía, una opción, una formación política.

De forma serena explica las dificultades, cómo es ganar la confianza, el respeto y el compromiso de aquellas personas expulsadas del sistema.

La tarea que tienen entre manos en síntesis es resistir y crear.

Después de ubicarnos en el territorio, Raúl abre las ventanas.

Nos da su opinión acerca del sistema mundo, de la crisis civilizatoria, el cambio climático y una mirada rápida de los desafíos que tenemos por delante.

Isa plantea una pregunta: ¿Quién va a alimentarnos?

Nos da su opinión sobre el caos climático, nos invita a adaptar los conocimientos ancestrales campesinos a nuestra realidad actual, ya que en un tiempo corto los cambios son tan notorios que lo que antes funcionaba ahora ya no es aplicable.

Las iniciativas, según su opinión han de ser viables, visibles y vivibles.

Termina interpelando al colectivo: ¿Cómo crear en la inestabilidad?

Después de escuchar las exposiciones nos dividimos en tres grupos de intercambio con tres sencillas preguntas:

¿Cómo estamos? ¿Qué queremos?
¿Qué nos falta?

Cada grupo busca un lugar resguardado del sol y se pone a intentar contestar estas simples preguntas dándose cuenta que lo simple no es fácil.

Ya en pequeños grupos contamos experiencias, nos conocemos.

El intercambio se pone lindo y como siempre, el tiempo acordado recorta las ganas de seguir compartiendo la palabra.

Con ganas de más volvemos a la plenaria.

Afuera el agobio del sol y el calor, adentro se siente fresco y cómodo.

El recinto de Granja Julia nos da cobijo ahora a nosotras, nos protege del sol y hace posible que la palabra circule protegiéndonos de las inclemencias del afuera.

Aparecen visiones distintas sobre las personas jóvenes: para algunas es difícil llegar, comunicarse, sienten que su participación es escasa. Para otras hay mucha militancia juvenil y las ya mayorcitas deberíamos aprender de ella.

La regeneración del suelo es un tema a investigar y a trabajar.

Los suelos están empobrecidos, necesitamos trabajar en ellos para regenerar los nutrientes que permiten cultivar y conseguir alimento de calidad.

Quedé por instantes pensando cómo nuestros colectivos han tenido y tienen historias paralelas con los suelos que recorremos.

La falta de agua es otro gran tema que está presente en todos los grupos, así como la dificultad de las personas en compartir maquinaria y también la vida.

Alguien plantea la necesidad de trabajar en forma discreta… El debate podría durar horas.

Lo mismo con el tema del tiempo. Una voz dice que nos falta tiempo, que estamos tan alienadas en nuestros trabajos y en resolver la vida cotidiana que el tiempo se escurre. Otra voz contesta que podemos ser las dueñas de nuestros tiempos. Que el tiempo está siempre allí, que el problema está en poder cambiar el uso que le damos.

Aparece la dificultad de la dispersión, las personas están agotadas y aisladas.

Un signo de cómo percibimos la realidad: aparece la idea de que estamos viviendo un tiempo de monstruos.

De la mano viene el miedo al sistema y las pocas fuerzas que tenemos, la percepción que nuestras herramientas están desfasadas

Frente a esto, se manifiesta la necesidad de crear comunidad, aparece el valor de los afectos, de la reflexión, la necesidad de crear espacios seguros, de tomar la palabra, de tener mayor visibilidad, la lucha de las mujeres.

Es momento de arriesgar, de sacar fuera nuestra rabia y nuestro odio y de aprender de niños y niñas.

El encuentro ha sido muy enriquecedor, el intercambio, compartir la comida y vernos a nosotras mismas es un ejercicio que a veces dejamos a un lado.

Cuando lo hacemos notamos que también en estos espacios seguros, de camaradería, las mujeres le cedemos el poder de la palabra a nuestros compañeros varones para que en la plenaria expongan lo que compartimos en los grupos de trabajo.

Granja Julia fue el espejo donde nos reconocimos en colectivo y la imagen nos devuelve el camino que nos queda por delante.

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