¿En manos de quienes estamos?

En pocas palabras, nº27

EL DIA QUE EL PUEBLO SEPA EL PODER QUE TIENE

No se trata de “votar”, de echar la papeleta en la urna, sino de elegir un programa de gobierno. No se trata de votar a un partido o coalición, sino de elegir un programa de gobierno. La crisis de régimen que asola nuestro sistema político encuentra su origen en las dificultades de la oligarquía para gestionar la crisis económica y sus efectos. El desprestigio de las instituciones políticas, desde el Congreso hasta los partidos políticos, está vinculado a la pérdida de legitimidad de quienes han gobernado y dirigido nuestro país durante las últimas décadas. Incapaces de convencer, han tenido que recurrir a la coerción y la represión para mantener el (des)orden -la ley mordaza o la reforma del código penal son expresiones características de ello.

El capitalismo salvaje imperante hoy día, que hace retroceder importantes conquistas sociales históricas para el amplio campo de las trabajadoras y trabaja-dores, se presenta triunfante a pesar que en España, más de 3 millones de personas de las clases medias han bajado a ser clases bajas a causa de la crisis/estafa. El 22,5 % de la población en España está en riesgo de pobreza, o sea, 10 millones y medio de personas al borde de la pobreza severa. (INE Mayo 2016) ¿Dónde queda esa pretendida “recuperación” económica?

El paro, la exclusión social, la precariedad, la pobreza, son los temas de mayor gravedad. Junto con la Ley mordaza, la LOMCE de la enseñanza, la ley electoral, la ley laboral, etc. Todo queda bajo una colosal desigual-dad social, de tipo económico, social, laboral y cultural.

Los organismos que impulsaron políticas de austeridad que simplemente buscaban concentrar el ingreso en los niveles de renta y riqueza más elevada, han conseguido sus objetivos, pero a costa de aumentar aún más la deuda, -en marzo de 2016 la Deuda era de 1.059.358 €, más de un 100,51%, según confirma el periódico Expansión-, y de no recuperar el empleo sino de transformarlo en trabajo más precario y con menos derechos sociales asociados. Los más honestos han tenido que reconocer que la justificación teórica que dieron en su día ha resultado un verdadero fiasco.

Por ello, podemos decir que España no es una verdadera democracia, aunque celebre elecciones. El partido gobernante, heredero del franquismo, tras su victoria se ha dedicado a violar sistemáticamente los derechos humanos: pobreza, paro, desahucios, malnutrición infantil, gente pasando frío y buscando comida en contenedores. También los derechos políticos: ley mordaza, abusos policiales, palizas y disparos que dejan manifestantes tuertos, activistas sociales detenidos y numerosos presos políticos (sindicalistas, huelguistas, independentistas vascos). El gobierno manipula los medios públicos y los privados afines para desacreditar y criminalizar a la oposición democrática.

Hoy está en cuestionamiento la democracia delegativa, donde el pueblo vota, queda por cuatro años en estado de indefensión, y los gobernantes hacen lo que quieren y no lo que deben. El desafío actual es pasar a la democracia participativa, donde la sociedad decida sobre los grandes problemas que afectan al país, en vez de los grandes núcleos de poder económico internos y externos.

Bajo el modelo de especulación y pelotazo inmobiliario las grandes empresas y grandes fortunas de nuestro país habían casado sus intereses con una élite política corrupta y clientelar. Los grandes capitales bancarios son los que más se han beneficiado, incluidos los de todos los países reformistas. Así El banco Santander, Caixabank, Popular y Sabadell cerraron 2015 con unas ganancias conjuntas de más de 7.593 millones de euros. A ellas habría que sumar los beneficios de Bankia y BBVA, los otros dos grandes bancos de España, los que hasta el tercer trimestre del año pasado habían conseguido unos beneficios de 855 y 1.702 millones de euros, respectivamente. (Periódico Faro de Vigo).

El dilema fundamental se centra entre ruptura o reforma. Entre una reforma encaminada a hacer los cambios necesarios para reajustar el Estado a las nuevas necesidades de la acumulación de capital, coincidente con los intereses de las grandes empresas y grandes fortunas, y una ruptura que plantee una alternativa al sistema político y al régimen de acumulación, coincidente con las necesidades objetivas de las clases populares.

Tenemos que hacer nuestro lo que decía Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, “A los pueblos de Nuestra América nos queda la resistencia social, cultural y política para defender los derechos de todos, incluidas nuestras democracias”

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