Seguimos relatando lo vivido junto a Alessandro y otras compas por el interior del Paraná, junto a las gentes que trabajan por la reforma agraria, la soberanía alimentar, la pedagogía popular y transformadora y la justicia social. Hoy llega el turno de contarles uno de los momentos más esperados e impactantes del viaje: el encuentro con diferentes proyectos vinculados al MST.
Educar para ser feliz, en comunidad
La jornada empezó temprano, con un buen madrugón en la casa de Rafael, profe amigo de Alessandro que junto con su compañera Marília y su hijo Emanuel nos acogió en su casa en Guarapuava. Un cálido recibimiento en que el no faltó el recuerdo de las baladrinas que por allí estuvieron hace más de un año.
Poco después de las seis salíamos para recoger a Adriana y viajar unas cuantas horas hasta Laranjeiras do Sul, y allí encontrarnos en el CEAGRO (Centro de Desarrollo Sustentable y Capacitación en Agroecología) con Mirian. Esta mujer de fibra, coordinadora de Género de la organización, nos va a hablar en primera persona de su trayectoria y del trabajo que desarrolla en el vídeo que acompaña a la segunda parte de esta crónica.
Tras repartirnos en los coches tomamos rumbo hasta Rio Bonito do Iguaçu para conocer la escuela estadual del campo Iraci Salete Strozak. El nombre del centro es un homenaje a la persistencia y el compromiso de una militante histórica. Se trata de una referencia en cuanto Escuela Base de la Escuelas Itinerantes del MST. Estas últimas son las escuelas que pululan por los campamentos (que tienen un carácter temporal, hasta lograr el reparto de las tierras) y que tienen como referencia técnica y pedagógicas las primeras, localizadas en los territorios que ya fueron objeto de reforma agraria, donde las personas antes sin tierra se asientan para producir y vivir con dignidad.
En viaje hasta el centro educativo está relleno de explicaciones acerca del movimiento y su proyecto pedagógico-político, también sobre las luchas por la tierra en la zona, la represión y las personas que perdieron la vida en el camino. Una vez llegadas allí no podemos contener la emoción: una escuela preciosa, simple pero tremendamente colorida, llena de murales con temáticas políticas y una efervescencia de jóvenes que hacen deporte, conversan, tocan la guitarra, se abrazan, etc.
Nos recibe Rudson, el director del centro, un joven de mirada franca, que nos guía hasta el espacio donde el profesorado está tomando un rico y fuerte almuerzo, pues estamos en tiempo de intervalo. Después del desayuno salimos en comitiva con otras profes para conocer las instalaciones de la escuela: la cancha, el campo de fútbol, el gimnasio (donde se llevaron a cabo muchas asambleas en la oleada de ocupaciones de coles por el alumnado hace un par de años), la cisterna, la biblioteca. Mientras, nos cuentan como funciona y se organiza la escuela, su apuesta por el deporte y el arte, la participación de la comunidad y del propio profesorado en la construcción de las infraestructuras, el proceso de recuperación de la memoria y el fortalecimiento de la identidad del alumnado en cuanto hijxs de campesinxs, para que desde ahí puedan actuar como constructoras y transformadoras de la realidad. Para ello, el foco es el desarrollo integral del ser humano, siempre pegado a las necesidades de la comunidad, poniendo atención en el aprendizaje de los procesos de cooperación y trabajo socialmente útil. Por eso, cada estudiante forma parte de una comisión durante el curso escolar (comunicación, memoria, arte y cultura, deporte, etc) y van rotando de comisión con el fin de fomentar el desarrollo de habilidades diversas. También nos llamó atención el hecho de que los cursos se organicen según los ciclos de vida (infancia, pre-adolescencia, adolescencia y juventud), así como los propios tiempos del alumnado en la escuela (tiempo de clase, de estudio y lectura, de deporte, de cultura y arte, de descanso, etc). O que el sistema de evaluación tenga como base el autoevaluación de cada estudiante.
Conforme seguíamos con la visita, la directora de escuela infantil y primaria que funciona al lado de la Iraci Salete también requiere nuestra presencia, y allí Let explica a las peques de donde venimos y que idioma hablamos.
Pero el momento más emotivo de la mañana es sin duda la mística que nos habían preparado lxs alumnxs. Pasamos al hermoso salón de asambleas (donde se celebran los consejos participativos con presencia de estudiantes, profes y familias), y allí empiezan a llegar las chicas y chicos. Pronto empiezan a tocar y cantarnos canciones que hablan de la reforma agraria, de la producción de alimentos para el pueblo en lugar de pasto para el ganado. Las lágrimas nos asaltan y es casi con la voz embargada que empezamos nuestro turno de palabra para presentarnos y más a Baladre. Hablamos de nuestras luchas y sueños, de los trabajos y acciones de la coordinación, seguida con atención por el alumnado y el profesorado. La conclusión final es la misma: la lucha será internacionalista o no será, ya que las agresiones que estamos viviendo tienen la misma raíz, pese a las diferencias regionales. La palabra esperanza se repite en muchas bocas, se adivina en las miradas.
De allí salimos casi atropelladamente para la siguiente cita. Antes dimos una entrevista al equipo de comunicación que prepara el próximo número del periódico del centro. Nos sorprendieron gratamente la agudeza de las preguntas, prueba de que este modelo educativo está generando conciencias críticas e inquietas.
El camino es largo y el próximo paso es el campus de Laranjeiras de la UFSS, la Universidad Federal Frontera Sur. Una institución peleada y lograda por los movimientos sociales para poder formar a profesionales sin desvincularlas de los territorios y comunidades de pertenencia. Un espacio donde la mayor parte del alumnado procede de familias campesinas, indígenas, quilombolas y de bajos recursos. Allí apenas tuvimos tiempo a presentar a Baladre y sus líneas de trabajo, para luego ir a comer junto a Janete, la directora del Campus, las profesoras Ana Cristina e Liria, entre otras, en el comedor universitario. Pese a que el encuentro fue rápido, quedó esbozada la posibilidad de alguna publicación conjunta en el futuro, contando con Alessandro como puente.
El pueblo no come pinos!
Después de comer en la Universidad Federal Frontera Sur, rápidamente volvimos a los coches para tomar más estrada hasta llegar al Campamento Dom Tomás Balduíno, en el municipio de Quedas de Iguaçu. Allí, en tierras que antes pertenecieron a la empresa maderera Araupel, acaparadas durante años mediante hostigamiento y truculencia hacia lxs campesinxs, se levanta un fortín. La extensa cerca de madera cerrada por una garita, en la que baila al viento la bandera roja, señala que nos adentramos en otro mundo. Un mundo donde la organización y el trabajo colectivo dan sus frutos, donde dos mil y quinientas familias sueñan y crean, pero también donde hay que estar vigilante. Porque la violencia ejercida por el agronegocio, en connivencia con los cuerpos policiales, ha acabado con la vida de dos campesinos en el último año, dejando también a varias personas heridas.
Además de la represión empresarial y policial, sufren también la judicial-mediática. El año pasado dos compañeros y una compañera fueron detenidos y tuvieron la aplicación de la Ley Antiterrorista en un montaje policial muy similar a los que estamos acostumbradas. Los oligopólios reaccionan ante una victoria histórica del MST en los juzgados, que dictaminaron la titularidad pública, por tanto susceptible de reforma agraria, de las tierras de la empresa Araupel. Un total de 96.000 hectáreas de tierras antes destinadas al monocultivo y en las que ahora son las viviendas de madera, los huertos familiares y los comunes, las escuelas y parques infantiles, los espacios de ocio, reunión, el punto de a la salud, entre otras, las que ocupan el terreno antes plagado de eucaliptos. Es increíble todo lo logrado en apenas dos años en este campamento. Nada que ver con la situación de las tiendas de plástico negro y las precarias condiciones de los campamentos en general. Estar en tierras de una gran empresa, dotada ya de infraestructura, y el propio acuerdo que llegó el movimiento con la misma para emplear la madera para la construcción de las viviendas y otros espacios, hacen de este campamento un lugar distinto a lo que conocíamos.
Al otro lado de la cerca de madera, en el barracón central, nos esperaban unas treinta mujeres de distinto perfil. La mayoría formaba parte del colectivo de mujeres del campamento, pero también había maestras, técnicas y representantes regionales del espacio de mujeres del MST. Después de una rueda de presentación es Mirian quien toma la palabra y nos expone los distintos colectivos o comisiones que funcionan en el campamento, las líneas de trabajo del colectivo de mujeres (talleres, grupos de estudio y formación, iniciativas económicas para generar ingresos, etc) y el proceso organizativo de las mujeres dentro del MST. Destacamos la apuesta que están realizando en trabajar la salud y la sexualidad, el cuerpo como territorio, la autonomía y el combate a la violencia contra las mujeres. También su proceso de construcción de una lectura y concepción feminista propia, pautada en una perspectiva revolucionaria, campesina y popular.
Luego llega nuestro turno de presentación de Baladre y el trabajo que estamos desarrollando para desplazar el empleo y colocar la vida con dignidad en el centro. Debatimos sobre la vida en los barrios de la periferia, y de como si vive la pobreza en la ciudad entre otras cuestiones, y nos quedamos con la idea de que de formas distintas y desde culturas políticas diversas estamos todas luchando contra el modelo capitalista y patriarcal de producción y organización social.
La visita al campamento concluye con un tour por algunas de sus calles (que reciben nombres de personas revolucionarias de distintas culturas, desde Frida Khalo a Mao Tsé Tung), las escuelas y espacios de formación, el comedor, los huertos. De la mano de Jabuti vamos acercándonos a algunas de las decisiones estratégicas, como la producción común de vegetales para la merienda escolar y la preparación diaria de una sopa que es repartida entre las criaturas del campamento, para garantizar que al menos tengan una comida nutritiva al día.
Nos despedimos con el agradecimiento a las compis por habernos recibido y abierto las puertas de ese espacio de creación de una realidad alternativa de justicia social y trabajo colectivo.
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