Crónica Paysandú

fotoPaysandú, ciudad de frontera con la Argentina con la que comparte las aguas del río Uruguay. Del otro lado, la turística Colón, con sus aguas termales y su comité ciudadano en contra de la instalación de las papeleras al otro lado del río en territorio uruguayo (o más concretamente las pasteras pues aquí sólo se elabora la pasta de papel que va a una papelera Islandesa). Paysandú, antigua urbe industrial venida a menos por la crisis del 2002 y rodeada de grandes extensiones de tierra con ganado para carne y leche y cultivos de soja transgénica que el gobierno del Frente Amplio de Pepe Mugica ha ampliado en la profundización de una política económica desarrollista (que incluye el proyecto de una mina al cielo abierto) esquilmadora y envenenadora de la naturaleza.

Esta pequeña ciudad de provincias, 75.000 habitantes, nos recibe con unos de rayos de sol fríos, pero con las sonrisas cálidas y amplias de nuestras anfitrionas, Poppy, Marcia y Haydée. Con sólo una tarde para compartir, visitamos de su mano el proyecto de huerta periturbana agroecológica  "Con los pies en la Tierra" que vienen desarrollando con personas adultas, la mayoría mujeres. Ya el nombre es bien representativo del proyecto que tiene bien asentados los pies en la tierra y las manos en la masa. Produciendo no sólo alimentos sanos y saludables, sino conciencia critica, comunidad solidaria, expresión creativa y recursos sustentables. Poco a poco se han ido abriendo un hueco en la feria de los sábados, donde siempre tienen vendidas sus verduras y hortalizas a precios similares a los del mercado, porque "comer limpio, no sólo tiene que ser cosa de ricos". Nos contaban con sencillez la satisfacción de lo que les supone a muchas este proyecto, todo el aprendizaje, como el contacto con la huerta es renovador y la satisfacción que les produce ver crecer las plantas desde la semillas y como con el cuidado permanente acaba convirtiéndose en hermosas lechugas. De como las caléndulas que tienen diseminadas por la huerta tienen una función bioprotectora porque atrae a los insectos beneficiosos para el control natural de plagas, de como elaboran el compost, de lo duro que es el trabajo durante el verano por el calor sin piedad, de muchas otras cotidianeidades de la huerta.

Acabado el recorrido por la granja escuela se buscó un espacio al sol donde conversar, allí en torno a un círculo de sillas, con las miradas bien conectadas nos preguntaron acerca de nuestro viaje y sobre el libro que les habían contado que traíamos entre manos. Y fue fácil explicarles qué es la RBis, la verdad, el mismo concepto de reparto de la riqueza o el de romper con el sistema ya era punto de partida suficiente como para tener su apoyo e interés, contarles como veíamos nosotras está herramienta en consonancia con los feminismos fue sencillo pues además entre ellas surgió un interesante debate acerca de la corresponsabilidad y la maternidad, e incluso nos decían lo importante que es soñar que contamos con esa RBis para hacerla realidad...y de nuevo la charla nos llevo al final de la tarde, no sin antes deleitar nuestros sentidos con una buena merienda e intercambio de contactos, acabando con una bucólica puesta de sol.

Después, en la fría noche, en rededor del fuego, continuamos compartiendo vidas y proyectos, políticas y utopías, en la casa de autoconstrucción que Poppy y Marcia habían levantado con sus manos, mucho amor, barro, paja y botellas de vidrio recicladas, con un sistema de baño seco y de filtro verde de recuperación de las aguas. Donde todo se reciclaba, recuperaba, reutilizaba y se recreaba. Allí estuvimos, calentando nuestros corazones con la desbordante generosidad de nuestras nuevas amigas y compañeras de camino.

Feminismo y agroecología anticapitalista van de la mano.

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