Hubo grandes inversiones públicas para desarrollar la tecnología, que luego se entregó al sector privado para su usufructo. YouTube, Facebook, Twitter, Instagram… resulta cada vez más complejo apreciar su alcance e impacto en cómo nos informamos, de qué fuentes, de qué maneras nos comunicamos y compartimos contenidos, y con quiénes.
Con las redes sociales digitales, que habían comenzado a aparecer en la última década del siglo pasado, las empresas encuentran una solución, crear plataformas donde las personas se interconecten, compartan contenidos y generen datos, a partir de los cuales crean perfiles de cada persona usuaria que, a su vez, se venden a anunciantes. La lógica que se impone implica que, a mayor uso de la plataforma, más personas usuarias acuden, más datos se acumulan, más ventas se generan.