Llegaremos por la tarde del 19 de Julio a Monleras, donde desarrollaremos alguna acción cultural y cenaremos.
DERECHO A LA ALIMENTACIÓN DE TODAS LAS PERSONAS: ¡SI! BANCOS DE ALIMENTOS: ¡NO!
La alimentación como derecho
La defensa y cuidado, el derecho a la dignidad de la vida de todo ser humano, estoy seguro que está en el horizonte de toda acción humana y se hace realidad diaria en el caminar de toda persona que actúe como tal. No puede ser esto una seguridad ficticia. No quisiera creerlo.
Pero. ¡cuidado!; creo que no todos los caminos que estamos recorriendo y otros recorren, son los adecuados para lograr acercarse al cumplimiento y realización de esta utopía, plenamente convencidos de lograrla y que deje de serla, por lo tanto.
Cuando hablamos de alimentos estamos hablando de los medios necesarios e imprescindibles, hoy y siempre, para que toda la humanidad, con más de siete mil millones de personas, pueda vivir. Y, ¡vaya que podemos sabiendo que hay para todos y todas!.
Cuando estamos hablando de alimentación estamos hablando de un derecho fundamental, que al estar negándolo una sociedad como la nuestra, se convierte este hecho en una situación que nos llena de vergüenza, queramos o no queramos, hasta que pongamos los medios para hacer realidad un reparto y participación efectiva en los bienes que la humanidad necesita, para hacer llegar a todos los pueblos y personas, este derecho que nadie tiene permitido recortar o negar
Cuando estamos hablando de alimentación y de alimentos estamos considerando y contemplando que con este derecho, como con algunos más, no se puede jugar. Y con esta regla suprema por encima de todo, debemos ponernos a desmantelar estrategias con las que en este campo y en tantos nos envuelve el sistema capitalista y deshumanizador que nos domina. Una de estas estrategias a desentrañar es la que están haciendo que jueguen en la sociedad de este momento los Bancos de Alimentos.
La alimentación como negocio es una perversión vergonzosa.
Lamentablemente, los alimentos y la alimentación se han convertido en un instrumento de negocio para los de siempre y vergüenza, en muchos casos, de todos y de todas. Negocio, para los grandes grupos económicos y financieros; para Monsanto, Nestlé o Carrefour, por poner algunos ejemplos. Ellos son corresponsables de que el hambre sea triste realidad para millones de personas como una plaga evitable.
Como son igualmente corresponsables los Gobiernos y los Estados que utilizan instrumentos políticos, como Europa hace con las Políticas Agrícolas Europeas, para apoyar y avalar las decisiones del FMI, del BM o de la OMC; y, por lo tanto, decisiones que causan empobrecimiento en pueblos muy lejanos a nosotros o en pueblos cercanos donde vemos y compartimos la vida cada día con más familias hundidas en la precariedad de no poder acceder a este derecho. Y, mientras, lamentamos paisajes más desérticos y abandonados; sin producción y con el dolor de estar contemplando algo que no puede durar así por mucho tiempo.
No es esto una casualidad; no es una mala suerte; no es una maldición el hecho de que los alimentos no lleguen a todas las personas. Cuando se crean organismos locales, nacionales e internacionales para hacer prósperos negocios, aún a costa de negar necesidades fundamentales; esto nos avisa de oscuras intencionalidades. Cuando estos negocios y controles alimentarios se realizan de manera estratégica y planificada; es, sin duda, por que se busca dirigir el mundo y dominar a los pueblos. Ponen en práctica esa vieja estrategia de que quien controla la alimentación, está controlando la población; y, nunca debimos permanecer silenciosos ante este insulto comunitario.
Una perversión sin connivencia.
Duele y asusta decir todo esto, pero no podemos ocultarlo y silenciarlo cuando se nos dice por parte de ellos mismos, de quienes controlan todo el tinglado, que desde hace diez o quince años, a pesar del crecimiento de la población mundial, existen alimentos para todos los pueblos y personas.
No es necesario sobreexplotar la tierra para tener la alimentación más sana y apropiada. No es necesario, antes al contrario, manipular semillas para producir más. No necesitamos de agroindustrias que, con la mentira de la mejora alimentaria, están escondiendo sus verdaderas intenciones de experimentación y negocio.
No necesitamos de grandes grupos de la alimentación que, como en el momento actual, a través de cuatro grandes cadenas controlen más del 80% de la producción alimentaria mundial.
Y, en medio de este escándalo consentido y apoyado por la gran mayoría de los Estados y Gobiernos mundiales; EE.UU. en 1967 y a partir de 1984 en el Estado Español; se “inventa” una red organizada y nada ingenua, seguro que con la intención de acallar sus “intranquilas” conciencias, que son los Bancos de Alimentos.
Los Bancos de alimentos, un ejemplo de perversión social y económica.
Quienes crearon los Bancos de Alimentos los definen así: “son organizaciones sin ánimo de lucro basados en voluntarios, cuya función fundamental es conseguir y aprovechar excedentes de alimentos, que estando en buenas condiciones se van a tirar, y hacerlos llegar a personas necesitadas. Con ello se reduce el despilfarro de alimentos, se promociona el espíritu solidario y los valores humanos y culturales necesarios para resolver la humillante contradicción entre excedentes de alimentos y pobreza”.
Esta definición es otra perversión más del lenguaje que nos embauca, del lenguaje interesado con el que se nos intenta manejar; de tal manera que quisiera invitar a hacer objeción individual y colectiva ante el papel que juegan estas organizaciones en la relación sociedad y derecho a la alimentación.
El Banco de Alimentos se presenta “sin ánimo de lucro”; y probablemente es verdad cuando lo hace como organización social; pero, no es así cuando la situamos como mecanismo dentro del contexto en el que se crea para desarrollar la tarea y fines que se le adjudican. Los Bancos de Alimentos son, sobre todo, correa de transmisión para hacer llegar alimentos procedentes de excedentes comunitarios que surgen del control que se realiza sobre la cantidad de alimentos, con el fin de tener controlado el precio en el mercado, y por lo tanto el suculento y abundante negocio que puede generar.
Si importara alimentar a la humanidad, no habría control mercantil en la producción y el mercado, sino reparto comunitario de la producción y el consumo. Si importara alimentar a la humanidad, no habría control interesado de la siembra de tierras y explotaciones ganaderas para una producción alimentaria controlada.
Si importara alimentar a todas y cada una de las personas, no se habrían creado negocios fuera de la alimentación con productos que ellos consideran excedentarios, como son las Fábricas de Bío-etanol o similares; o no se habrían utilizado prácticas inconfesables desde la ética social como haber lanzado al mar toneladas de productos básicos para la alimentación antes que saciar el hambre de tantos seres humanos a los que les pertenece.
Estos excedentes comunitarios de alimentos y el juego que se ha realizado y se continúa realizando con ellos, ha perjudicado sobre todo a los pequeños campesinos con los bajos precios en sus productos, hasta, en muchos casos, verse obligados a abandonar el modo de vida en el que habían puesto su ilusión y trabajo. Un sistema que se va inclinando a favor de los grandes campesinos, ha hecho que poco a poco los pequeños, y en muchos casos los medianos, abandonen al habérsele negado el precio justo a sus producciones.
En los Bancos de Alimentos se pervierte la solidaridad.
Y qué contradicción al hacer que, a través de los Bancos de Alimentos, se hagan llegar a personas necesitadas productos alimentarios que proceden de haber puesto en marcha unos mecanismos de lucro para unos y de empobrecimiento para otros. Los alimentos llegan, probablemente, a personas necesitadas; pero este hecho nos habla de una forma de proceder radicalmente injusta, pues nadie debiera acceder a la alimentación porque pasa necesidad, sino porque tiene el derecho a alimentarse.
Junto a los excedentes, en los Bancos de Alimentos, se reparten productos alimenticios procedentes de grandes cadenas y supermercados. Continúan siendo productos que llegan con la misma perversa intencionalidad desde organizaciones que sostienen el mismo sistema tan injusto e insolidario.
Lástima que fruto de otras operaciones ciudadanas y campañas organizadas de recogida de alimentos, estas acciones ocasionales y coyunturales, y muchas veces llenas de buena voluntad, se confundan con las anteriormente denunciadas. Hay que aplaudir la solidaridad ciudadana; pero no se puede jugar con el derecho a poder satisfacer la necesidad básica de la alimentación.
Ojalá el fruto de esta solidaridad pudiera ser autogestionada en Espacios Comunitarios Solidarios, sin juegos y sin trampas ocultas e intencionadas desde los puestos que unos y otros tenemos en la sociedad, pero que deseamos cambiar generando unas nuevas relaciones de igualdad y horizontalidad entre las personas.
El esfuerzo de otras apuestas comunitarias
Cuando apostemos por utilizar otros instrumentos, mecanismos y herramientas radicalmente distintas a las que nos están proporcionando gobiernos y estados; cuando pensemos en las personas y en cada persona, y nos empeñemos en acabar con falsos voluntariados o falsos espíritus solidarios; cuando tengamos sensibilidad humana verdadera para crear y apostar por medios como la Renta Básica de las Iguales (Rbis), frente a organizaciones como los BAs; cuando nos lo creamos de verdad, entonces, estaremos orientando nuestro bagaje solidario en la dirección correcta que posibilite una sociedad no mercantilizada, no engañada, nada dirigida con perversidad y solamente aprendiendo a vivir en comunitariedad.
Con los alimentos y el derecho a la alimentación, esta sociedad lleva muchos años jugando y no parece que podamos continuar mucho tiempo así; es más, no podemos permitirnos continuar de esta manera. Quizá el tiempo nos haga más conscientes.