En blanco. Nueva crónica desde Montevideo.

fotoEl Derecho Penal, en su nombre va dicho, se encarga de administrar las penas, el dolor, el sufrimiento. En cualquier parte del mundo esta realidad es universal. La forma habitual de administrar este sufrimiento, es a través de las instituciones de encierro, las cárceles o penales. En Uruguay no podía ser de otra forma. Varias cosas nos llamaron la atención, de la ilustrativa conversa que tuvimos con Mariana Folle, del Departamento de Psicología Social de la Universidad, que amablemente nos recibió en la Facultad en la fría mañana montevedina, para ilustrarnos sobre esta realidad con la que trabajan desde el año 2006.

La primer de ellas fue que el Uruguay posee unos de los índices más elevados del continente de personas presas por habitante, poniéndose a la altura de países que están a la cabeza de este triste récord como son los EEUU y Brasil. Para qué os hagáis una idea, dobla la tasa de personas presas por habitantes del estado español, y eso que en el estado español tenemos una de las tasa más altas de la vieja Europa, y con otro paralelismo con el estado español, teniendo unos niveles de delincuencia medios o de la mirada para abajo. Hacinamiento, torturas y malos tratos, forman parte de los calificativos tradicionales de las prisiones que Uruguay no desmerece tampoco. Al comienzo del último gobierno del Frente Amplio, en el año 2010, se intenta poner en marcha una reforma profunda del sistema penitenciario, que hasta entonces dependía del presidente del departamento de policía donde estuviera ubicado el centro, cual reino de taifas se tratase y se crea el Instituto Nacional de Rehabilitación, que alienta la incorporación de operadores civiles al interior de las prisiones, comenzando por los directores e incluyendo personas encargadas de esa "rehabilitación". Una reforma que ha comenzado pero que todavía tiene un larguísimo camino por delante. Como en todas partes del mundo aquí la población presa reúne similares características, pobreza, bajos niveles de educación, drogodependencia, empleo muy precario e informal.... Las mujeres presas mayoritariamente están encerradas por delitos de microtráfico y robos y un altísimo porcentaje de las mismas (el 98%) ha sido víctima de abusos o violencia de género. Y las que son minoría en las cárceles de hombres, sufren todo tipo de discriminaciones. Aunque hay algunas experiencias que intentan transformarse en "modelo" (educación y trabajo disciplinador) como la de la cárcel de Punta de Rieles, otras, como la cárcel de Durazno, son auténticos pozos negros, yo añado, sin fondo. Durante el día tendríamos la oportunidad de conocer algunas otras luchas para que la cárcel no sea la solución a los problemas sociales que propone el populismo punitivo, pero eso... Os lo contamos más abajo.

fotoDespués del almuerzo nos reunimos con Diego Barrios, que trabaja en Extensión Universitaria. Nos contó que de las tres áreas de la universidad, docencia, investigación y extensión, él trabaja en extensión que supone el vínculo con la sociedad. Trabajan con organizaciones, asociaciones, sindicatos, cooperativas..., con todos aquellos grupos que no sean empresas. No quieren el modelo tradicional de universidad, en el que se cogen apuntes, se hacen exámenes y se logra un título. Uno de sus departamentos desarrolla un programa de formación de formadores para el aprendizaje cooperativo y desarrollo de cooperativas. Le parecía muy importante fomentar el pensamiento crítico en la universidad, tendencia que no ve tanto en las universidades europeas que son muy sistémicas debido a la homogeneización que produce Bolonia. De todas formas, aunque sean hegemónicas no son homogéneas porque siempre hay grietas por las que colarse y luchar. Aunque no olvida esa máxima que dice que la universidad iluminara al pueblo el día que la incendien.

Tras esto, una vuelta por la ciudad y nos reunimos con Federico Barreto, integrante de la campaña "No a la baja", quien nos estuvo contando el momento en el que se encuentran con respecto a un referéndum promovido por la derecha de este país para bajar la edad penal de los 18 a los 16 años.

A la noche habíamos quedado con un un grupo de "gurisas" muy combativas desde el feminismo, inconformistas, luchadoras y creativas...las Minervas nos hablaron de sus inquietudes como mujeres inmersas, como todas, en una sociedad patriarcal, rodeadas de hombres que se dicen feministas pero que no abandonan sus posiciones de poder respecto a ellas a pesar de todo. Nosotras les contábamos sobre la RBis y como la vemos una herramienta más para los feminismos y aunque alguna la conocía, les interesó mucho conocerla aún más. Conversamos largamente sobre los encuentros y desencuentros entre los viejos feminismos y las nuevas propuestas de personas muy jóvenes...y así entre la reivindicación y las risas nos alcanzo el sueño y con él las despedidas.

¡Nos vamos de Montevideo con las maletas llenitas de buena gente!

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